Esta obra de san Agustín es una discusión acerca de ¿cómo el hombre puede ser feliz? y ¿en qué consiste la vida feliz? Nos hace reflexionar que no solo basta con tener bienes materiales temporales que el mundo nos ofrece, y más hoy en día que la mercadotecnia es tan fuerte, con el riesgo de caer en la cultura del utilitarismo. Nos podemos dar cuenta que, aunque uno llegue a poseer todo lo que el mundo le ofrece aun así no conseguirá tener una vida dichosa. Entonces ¿Cómo el hombre puede ser feliz?, pues naturalmente a todos nos gustaría ser felices, siempre estamos en búsqueda de esa condición, pero también es importante preguntarnos ¿Qué es la felicidad y que entendemos por felicidad?
Al leer esta obra podemos sacar luces acerca de cómo podemos ir en busca de la felicidad y también conocer que no basta con buscar por las propias fuerzas del hombre a Dios, sino dejarse encontrar por él, como san Agustín que se dio cuenta que la verdadera felicidad viene de Dios, y nos muestra una vez más por qué se necesita adorar a Dios y no solamente quedar en el lado de la filosofía que especula prescindiendo de la Verdad de Dios. Por último la obra nos dice que “nadie puede llegar a Dios sin buscarlo” pero también es necesario dejarse encontrar.
Recensión a la obra de san Agustín
Trata acerca de una reunión que duró tres días, en la que participan sus discípulos, sus hermanos, su madre, su hijo y unos ciudadanos. Está dedicada a Teodoro que fue un personaje ilustre y gran amigo de san Agustín. La obra fue escrita en el año 386 en Casiciaco, una finca donde Agustín se retiró con sus amigos y su madre, para prepararse para el bautismo, situada al norte de Italia. Esta experiencia fue para Agustín un tiempo para crecer, un tiempo de Dios. Iba a dar el gran paso de su historia personal a la edad de 32 años, pues aunque ya era había iniciado su conversión aún no era bautizado.
La obra contiene un lenguaje marítimo que hace referencia a la filosofía, se conforma de treinta y seis apartados distribuidos en cuatro capítulos:
Capítulo I: san Agustín nos da a conocer tres clases de hombres como navegantes: la primera es de los que, llegando a la edad de la lucidez racional, con un pequeño esfuerzo y leve ayuda de los remos cambian ruta de cerca y se refugian en aquel apacible puerto. La segunda clase, comprende a los que, engañados por la halagüeña bonanza, se internaron en alta mar atreviéndose a peregrinar lejos de su patria, con frecuente olvido de la misma, pero algunos de esta clase, no necesitan golpes tan fuertes para el retorno. La tercera clase es la de los que en el umbral de la adolescencia o después de haber rodado mucho por el mar, sin embargo, ven unas señales, y en medio del oleaje mismo recuerdan su dulcísima patria; y sin desviarse ni detenerse, o emprenden derechamente el retorno, o también retenidos por algunos halagos, dejan pasar la oportunidad de la buena navegación y siguen perdidos largo tiempo, con peligro de su vida. Todos estos hombres, son atraídos por diversos modos a la tierra firme de la vida feliz. San Agustín al leer el libro de Hortensio de Cicerón se anima a dedicarse a la filosofía, pero no faltaron nieblas que entorpecieron su navegación. Pero fue creciendo y al salir de aquella niebla, decidió que más vale creer a los que enseñan que a los que mandan.
Capítulo II: ¿Constamos de cuerpo y alma? La verdad es que nadie puede vivir sin vida. El alimento del alma es el conocimiento y ciencia de las cosas. Hay dos géneros de alimentos: unos son saludables y provechosos y otros mortales y nocivos. Nadie puede ser feliz si le falta lo que desea; pero tampoco lo es quien lo reúne todo a la medida de su afán. Así que quien quiera ser feliz debe procurarse bienes y permanentes, que no le puedan ser arrebatados por ningún revés de la fortuna.
Capítulo III: ¿Quién posee a Dios? Se dan tres definiciones que afirman que tiene a Dios el que cumple su voluntad, el que vive bien goza de esa prerrogativa y por último es que Dios habita en los corazones puros. ¿Quién no tiene al espíritu impuro? El que vive castamente está libre del espíritu inmundo. ¿Quién es casto? ¿Al que nada peca o al que se abstiene del ilícito comercio carnal? ¿Cómo puede ser casto el que sólo se abstiene de ilícito comercio carnal y con los demás pecados trae manchada su alma? Aquel es verdaderamente casto que trae los ojos fijos en Dios y vive consagrado a Él. Nadie puede llegar a Dios sin buscarlo.
Capítulo IV: ¿Será feliz el que no tiene necesidades? Toda necesidad equivale a miseria y toda miseria implica necesidad. La sabiduría es la plenitud y la medida del alma está en la sabiduría. La vida dichosa, consiste en conocer piadosa y perfectamente por quién eres guiado a la verdad, de qué Verdad disfrutas y por qué vinculo te unes al sumo modo.
Por Fidel Simón Madera
Etapa discipular