El próximo viernes 28 de junio estará la milagrosa imagen del Santo Niño de Atocha aquí en la capilla del Seminario, es por ello que queremos dar un breve esbozo histórico sobre la imagen y la gran devoción que se le tiene.
La devoción inicia en el siglo XIII en España, que había sido invadida por los musulmanes. Todos los hombres cristianos fueron encarcelados y tuvieron una fuerte restricción, incluso les prohibieron que les llevaran de comer. Todas las mujeres, preocupadas por la trágica situación acudieron a orar ante la Virgen María, Nuestra Señora de Atocha, que lleva al Niño Jesús en brazos, pidiéndole que fortaleciera a los presos. Pronto corrió el rumor de que un niño pequeño, que nadie conocía, llevaba agua y pan a los encarcelados.
Cuando las mujeres se acercaban con devoción a la Santa Imagen de la Virgen observaban que los zapatos del Niño estaban gastados y sucios. Los limpiaban pero a los días siguientes los encontraban de nuevo como los anteriores. La gente de Atocha llegó a la conclusión de que aquel niño desconocido que ayudaba a los presos era el Niño Jesús que estaba en los brazos de la Virgen María.
Los problemas con los musulmanes fueron creciendo, y se expandieron rápidamente en toda la región española, pero siempre corrían los rumores de que cuando alguien estaba en un gran peligro, un joven desconocido los alimentaba y les ayudaba a que salieran del peligro. Ese misterioso niño fue siempre considerado el Santo Niño de la Virgen de Atocha.
Esta devoción llegó a la Nueva España (México) en el s. XVI. Ya asentado el poblado de Plateros, en Fresnillo, parece ser que el Conde de San Mateo, Valparaíso, Don Fernando de la Campa y Cos, fue quien mandó elaborar la réplica de la Virgen de Atocha para traerla hasta Plateros durante el s. XVIII. Tiempo después, con la apertura de la mina de Fresnillo, ocurrió una explosión dentro de ella, y muchos mineros quedaron atrapados. Pronto las esposas de aquellos hombres acudieron ante la imagen de la Virgen María de Atocha, para pedir por sus maridos, y se dieron cuenta que el Niño no estaba en los brazos de la Virgen. Cuando los mineros lograron salir contaron que un joven les había llevado agua y pan, y que les había enseñado el camino para salir de la mina. Cuando las mujeres regresaron al templo para agradecerle a la Virgen María, vieron que los huaraches y el vestido del Niño estaban sucios. Así las esposas atribuyeron al Santo Niño de la Virgen de Atocha aquél milagro, y desde entonces cada vez que sucedía alguna tragedia recurrían pronto ante la Virgen María para implorar protección y el suceso se repetía de nuevo, por lo que, después de muchos milagros, el Niño fue quitado de los brazos de su madre para ponerlo aparte y así fuera venerado por los fieles.
No se sabe exactamente cuándo fue que la imagen del Niño comenzó a desplazar la devoción al Señor de los Plateros (un Cristo crucificado del s. XVI que también obraba milagros mucho antes de la llegada de la imagen de la Virgen y el Niño) tampoco se sabe cuándo fue separada la imagen del Niño de los brazos de su madre, pero hay algunas fuentes que aseguran que para el s. XIX el Niño de Atocha tenía ya una devoción particular sin estar ligada a la Virgen María, y que así ha llegado hasta nuestros días.
El culto a esta imagen del Santo Niño de Atocha ha nacido de la fe y del amor del pueblo de México, que cree con firmeza en el Hijo de Dios hecho hombre, lo ama con ternura al recordar su niñez y lo asocia a María su Madre. Por
ese amor que le tienen, siempre se han sentido protegidos, y han visto en la vida ordinaria cómo Dios se manifiesta para poder aliviar las preocupaciones de esta vida.
Cabe recalcar que esta es la tercera vez que el Santo Niño visita el Seminario. La primera ocasión se dio en 1999 por el aniversario 130 de esta Institución. La segunda, en 2014, donde se le resguardó para asistir a la celebración de los 150 años de la Diócesis. Y ahora en este Año Jubilar del aniversario 150 del Seminario Conciliar de la Purísima. Te invitamos a que asistas con nosotros para poder venerar esta milagrosa imagen, y poner a los pies del Niño Jesús todas las necesidades que tenemos en nuestro corazón.