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Tejiendo relaciones de fraternidad universal.

De San Francisco de Asís a Francisco de Roma.

El viaje que el Santo Padre Francisco realizó a los Emiratos Árabes Unidos del 3 al 5 de febrero pasado fue un viaje sin precedentes, siendo el primero de un Pontífice a ese país ubicado en la Península Arábiga. Con esta visita se ha abierto una nueva página en la historia del diálogo entre cristianismo e islam, con el compromiso de promover la paz en el mundo sobre la base de la fraternidad humana. Este acontecimiento se enmarca en otro hecho que marcó la historia, la Providencia ha querido que un Papa llamado Francisco, 800 años después de la visita de San Francisco de Asís al sultán de Al-Makil Al Kamil, realizara este viaje breve pero lleno de mucho significado.

En un mundo dividido por la discordia y el egoísmo, donde a menudo se instrumentaliza el nombre de Dios para ejercer violencia en contra de los más débiles, era necesario un gesto como este, donde los líderes de las religiones abrahámicas (cristianismo, judaísmo e islamismo) y las otras religiones del mundo unieran sus voces para decir a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que es imposible y que va en contra de la propia fe justificar cualquier acto de violencia en el nombre de Dios, por mínimo que este sea, porque eso ofende gravemente y contradice el espíritu de la religión.

El mensaje de estos importantes acontecimientos es recordar que los valores de la fraternidad están fundados en un común origen que es Dios, de quien se deriva la dignidad inviolable de la persona humana. Es por eso que todos estamos llamados en cuanto hijos que somos de Dios a difundir valores auténticos de paz ahí donde nos desenvolvemos. Creer de manera diferente, tener ideas contrarias a los demás no nos hace enemigos de los otros, el encuentro del Papa con los representantes de las diversas religiones es un signo para nosotros los cristianos de que aún en una época como la nuestra, es posible encontrarse, respetarse y dialogar.

¿Qué nos toca a nosotros? Es fundamental saber asumir con compromisos concretos los gestos y palabras del Papa Francisco. No es necesario estar en otra parte del mundo para darse cuenta cómo nuestra sociedad está impregnada de divisiones y rivalidades. Es, pues, urgente, proclamar con nuestra vida el evangelio del amor y de las bienaventuranzas, de manera que cada día podamos ir tejiendo en lo cotidiano de nuestra vida relaciones de fraternidad universal.

Por Máximo Alejo Ramírez Rosales

Seminarista de Tercero de Teología

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