El fin de año siempre trae consigo un ambiente lleno de alegría, felicidad y, sobre todo, fiesta. Sin lugar a dudas, una de las palabras más escuchadas en estas épocas es posada; frases como “el viernes tengo la posada en el trabajo” o “vamos a organizar la posada de nuestro grupo” son algo sumamente común para todos nosotros. Pero, ¿verdaderamente conocemos el significado y el origen de las posadas? Me atrevería a decir que no, aunque la mayoría de nosotros hayamos participado en dichos eventos.
El origen de las posadas se remonta a la época de la conquista, cuando los frailes encargados de la evangelización realizaban las “misas de aguinaldo” en las que se representaban escenas y se leían pasajes alusivos a la Navidad, también se entregaban pequeños presentes a los asistentes, llamados aguinaldos. Al paso del tiempo estos eventos pasaron a realizarse por todos los barrios, añadiendo más elementos a la celebración: piñatas, velas, luces artificiales, etc. Las posadas se realizan en los 9 días que preceden a la Navidad y representan el peregrinar que la Santísima Virgen María y San José tuvieron que hacer hasta Belén, donde buscan alojamiento para pasar la noche. Una posada consta de tres partes: rezo del Santo Rosario y canto de las Letanías Lauretanas que se realizan en el recorrido de una casa a otra; al llegar a la nueva casa, el grupo se divide en dos: los posaderos y los peregrinos; entonces los peregrinos entonan cantos en los que José y María piden alojamiento por esa noche, los posaderos algo desconfiados se niegan a abrir la puerta a los desconocidos. Finalmente, se concede asilo a los peregrinos y después de recibirlos tiene lugar la convivencia, donde los dueños de la casa reparten algunos dulces o comida a los invitados y se rompe la piñata llena de frutas y/o dulces.
Desgraciadamente, poco queda de este sentido profundamente religioso de las posadas. Hoy en día a cualquier reunión de fin de año, ya sea en el trabajo, en la escuela o con los amigos se le llama así. Estas “posadas” lejos de ayudarnos a preparar nuestro corazón para recibir a Jesús en la Navidad, son meros pretextos para convivir y tomar algunos tragos con los amigos y conocidos; incluso muchas de ellas ya no se realizan en casas particulares, sino en restaurantes, bares y hasta antros, y en lugar de que sea una familia la que invite la comida a los invitados, cada uno de ellos tiene que pagar lo que consuma en dichos establecimientos. Para muchos esto puede representar una ruptura en el tejido social y una pérdida de los valores tradicionales, para otros quizá represente la mutación de las tradiciones que se intentan adaptar a los tiempos modernos.
A pesar de esto, no se puede decir que todo está perdido o que está mal, hoy en día se ha visto un interés casi generalizado por hacer resurgir las tradiciones de nuestro pueblo dándoles el tinte que originalmente tenían; tampoco se trata de juzgar a estas reuniones ni a los que asisten a ellas, pues creo que todos terminaríamos siendo juzgados; mucho menos se intenta que se dejen de llamar posadas a este tipo de reuniones. Lo único que se intenta es dejar en claro el sentido original de lo que son las posadas y cómo este dista mucho del sentido que ahora se le da.
Que todos disfruten las fiestas navideñas en compañía de sus amigos y seres queridos. Y no olviden que el centro de todas estas celebraciones es el nacimiento de Jesús, como católicos ayudemos a recuperar este sentido.
Juan Carlos Betancourt Montes
Primero de Filosofía