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Brotará un renuevo del tronco de Jesé | II Dom. de Adviento

Queridos hermanos, los saludo con gusto en este domingo segundo del tiempo del Adviento, en el que encontramos 3 puntos para nuestra reflexión: el primero de ellos es la esperanza de que ya se acerca el Mesías; el segundo, la figura de Juan el Bautista; y el tercero, la llamada a la conversión por parte de Dios y la dureza de corazón por parte de los hombres.

  • Me llama la atención la primera lectura de Isaías (Is 11, 1-10) en la que se nos presenta una esperanza para la humanidad, como si se tratara de un momento deseado en el que se va a cumplir una promesa, o incluso podría sonar como una fantasía o un cuento. Porque, ¿cómo es posible que un tronco que se encuentra seco vaya a retoñar o incluso florecer?, ¿o cómo es posible que los animales domésticos y los salvajes puedan estar juntos?, pareciera hago imposible. De esta manera, Isaías nos presenta la esperanza de un mundo nuevo en el que reine la paz, la justicia, la igualdad y el amor. Él hace referencia en especial al árbol genealógico de la descendencia del rey David hasta llegar a Jesús, a lo que él se refiere al decir «brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de raíz». Nos habla ya del Mesías, pero no como lo imaginaba el pueblo de Israel, un rey poderoso, con un gran ejército, sino todo lo contrario, sería un rey que nacería en un lugar humilde, sencillo, pero que traerá grandes cambios, que no se dejará llevar por las apariencias, o por oídas, sino que él se fijará en lo más profundo del hombre que es su corazón, pero sobre todo será el salvador que inaugurará el Reino de los cielos.
  • El mismo Isaías ya había profetizado sobre Juan cuando decía: «Una voz clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”». Juan es el precursor (el que va delante), el que preparara el camino de Jesús, el último de los profetas, el que predica en el desierto: «Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos». Juan, como profeta, anuncia la venida del Mesías, nos invita a estar alerta, despiertos, atentos, pero sobre todo a preparar nuestro corazón para tener un encuentro vivo con el Señor.
  • Juan nos invita de manera urgente a convertirnos (Mt 3, 1-12), pero la conversión de cada uno de nosotros tiene que ser esencial, es decir, no solo de palabra, o por un ratito, sino que se note un verdadero cambio en nuestra vida, un cambio de nuestro modo de actuar, de pensar y de ser. Claro que sabemos que la conversión no se dará de la noche a la mañana, sino que es un proceso que se tiene que ir viendo en nuestro modo de mirar y al relacionarnos con las demás personas en los diferentes roles que realizamos en la sociedad.

Pidamos pues a nuestra Madre María que disponga nuestro corazón para que podamos aceptar de una manera plena y consiente el mensaje de salvación para que así con nuestra vida demos testimonio y podamos ir preparando el camino de Señor. Que tengan un feliz y bendecido domingo.

César Adrián Avitud Guerrero

Seminarista de segundo de Teología

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