En nuestra vivencia de fe, sin duda alguna que en algún momento hemos experimentado el cansancio y la desilusión de pensar que Dios no nos escucha. Ante esta realidad, Jesús nos anima a seguir orando y confiando en Dios a través de las lecturas del XXIX Domingo del Tiempo Ordinario.
El libro del Éxodo (17, 8-13) nos ayuda a recordar cómo ante las dificultades, ataques y obstáculos del pueblo de Israel, Dios viene en ayuda de su pueblo por medio de la intercesión de Moisés.
En el Evangelio (Lc 18, 1-8), la enseñanza de Jesús va en dos direcciones: por un lado, nos muestra la necesidad que tiene todo discípulo de orar y no perder la fe (no desanimarse ante los problemas y dificultades de la vida); mientras que, por el otro, nos muestra el rostro de un Dios que viene en auxilio de su pueblo.
En la parábola aparecen dos personajes que dan sentido y significado al mensaje.
- El rey: es un hombre que ha perdido el sentido de Dios y sin duda muestra una actitud indiferente a los hombres. Representa las injusticias y la vida sin Dios de nuestra sociedad.
- La viuda: Es una mujer que ha quedado sola, se encuentra desprotegida y expuesta a que le quiten todo lo que tiene. Esta viuda representa a todos los indefensos y vulnerables de nuestra sociedad.
A través de tres puntos se buscará reflexionar sobre la necesidad de orar sin desfallecer, actitud a la que nos invita Jesús:
1. Pasar de una confianza ocasional a una confianza permanente
Estamos acostumbrados que solo se reza cuando se está en una dificultad y cuando se sale de ella nos olvidamos de Dios. Jesús nos enseña que la oración no es aplicable solo a un tiempo o que sea algo agregado a nuestra vida de fe, sino que es una necesidad que se tiene por el hecho de ser hijos de Dios.
2. Pasar del desánimo a la esperanza
Sí, claro que hay ocasiones en la que nos desilusionamos porque pensamos que Dios no nos escucha, claro que nos desanimamos al ver cómo puede haber injusticias, violencia, y todo sigue igual: ¿dónde está Dios? Jesús nos invita a no desanimarnos y nos muestra no a un Dios como aquel rey corrupto, sino a un Padre que escucha el grito desesperante de ayuda, especialmente en los más vulnerables de nuestra sociedad. La eficacia de la oración no consiste en que Dios haga todo lo que le pedimos. «La oración cristiana es eficaz porque nos hace vivir con fe y confianza en el Padre y en actitud solidaria con los hermanos» (Pagola).
3. Una oración que se hace carne
¿Cómo orar a Dios sin ser capaces de escuchar el grito de auxilio de mi hermano? Hemos visto el rostro de Dios que va en auxilio del necesitado. Nosotros no tenemos que ser indiferentes al dolor y tolerar la injusticia, porque en la medida que dirijamos nuestra voz y mirada a Dios, tenemos que reflejar nuestro actuar al ser humano necesitado y vulnerable como la viuda del Evangelio.
No nos quedemos solo en devociones y reliquias sino démosle un sentido vivo a nuestra oración.
Juan Herrera Herrera
Seminarista de Primero de Teología
Muy buena reflexión felicidades Juan Herrera Herrera
Muy buen comentario