La Palabra de Dios que escuchamos hoy nos habla de una manera hermosa de una promesa y de una garantía: la promesa de la vida eterna junto a Dios y la garantía de su presencia amorosa en el camino de nuestra vida. Y lo hace con la bella figura del Buen Pastor.
El libro del Apocalipsis (7, 9.14-17) habla de una muchedumbre incontable que se encontraba de pie ante el Cordero. De ellos dice que «ya no sufrirán hambre ni sed, no los quemará el sol ni los agobiará el calor. Porque el Cordero, que está sentado en el trono, será su pastor y los conducirá a las fuentes de agua de la vida». Es la promesa de la vida eterna, de la felicidad plena que nos espera junto a Dios, que él nos da en su Hijo, Jesucristo, el Cordero que quita el pecado del mundo.
Esta promesa la vemos garantizada ya en el camino de nuestra vida por la presencia de Jesús en medio de nosotros que, con amor, como Buen Pastor, nos llama para que lo sigamos, como escuchamos en el evangelio (Jn 10, 27-30). Él nos conoce y a cada uno llama por su nombre, él nos cuida y cura nuestras heridas, nos guía hacia pastos verdes y aguas frescas.
La Palabra de hoy nos anima a caminar por la vida con la certeza de que somos el rebaño de Dios, que él es bueno y misericordioso con nosotros y su fidelidad no se acaba (Sal 99). Esta promesa que vemos ya realizada en cierta forma en nuestra vida diaria ha de ser para nosotros un impulso para, habiendo escuchado su llamada, seguir siempre a nuestro Buen Pastor que nos da la vida eterna.
Hoy celebramos también la LVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. En su mensaje para este día el Papa Francisco nos recuerda la importancia de responder a la vocación que Dios nos ha dado (sea al matrimonio, a la soltería, a la vida religiosa o sacerdotal) con valentía, sabiendo que esta respuesta implica riesgos y dificultades. Sin embargo, el Papa nos anima diciendo que no hay un gozo mayor que arriesgar la vida por el Señor.
Podemos afirmar que, si el riesgo es grande, la promesa es mayor. Nos fortalece en nuestro caminar la compañía de nuestro Buen Pastor. Pidámosle en este día que él nos dé a todos el valor para arriesgarnos en el camino de la vida sabiendo que somos portadores de una promesa, la mayor de todas, la promesa de la Vida.
Víctor Francisco López Méndez
Seminarista de tercero de Teología