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El Señor es mi luz y mi Salvación | II Dom. de Cuaresma

Con alegría los saludamos, queridos amigos del Seminario de Zacatecas, en este Segundo Domingo de Cuaresma, en que la Iglesia nos invita a reflexionar en la Transfiguración del Señor.

Se trata de uno de los acontecimientos notables de la vida pública de nuestro Señor Jesucristo, tanto así que los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas nos regalan detalles de tal evento. Particularmente este domingo escuchamos el relato de San Lucas (9, 28-36). Las lecturas precedentes preparan para escucharlo y entenderlo, pero también para prepararnos para vivir un camino de conversión, tal y como nos los pide Dios en este tiempo de Cuaresma.

En la primera lectura (Gn 15, 5-12.17-18) escuchamos el relato de la promesa y la manifestación que Dios pone a nuestro padre Abraham. Le dice que su descendencia será tan grande como las estrellas del cielo, y vemos cumplida esa promesa todos los días, pues también nosotros, cristianos del presente siglo, somos esas estrellas que Dios le prometió a Abraham como sus hijos, y para confirmarlo le muestra su gloria a aquel bienaventurado, prefiguración del relato de la Transfiguración.

El Evangelio narra detalles de este acontecimiento, resaltemos algunos. Dice que resplandecía su gloria, y a eso, mi querido hermano, es a lo que aspiramos tú y yo, a contemplar la gloria de Dios, donde ya no haya nada más que la presencia de Dios, garantía de la eterna felicidad. Pedro se queda tan estupefacto de aquella escena, que con temor propone quedarse ahí.

Para llegar a la gloria hay que pasar por la cruz, y San Pablo en la segunda lectura (Flp 3, 17 – 4 ,1) lo deja muy claro, solo los ciudadanos del cielo, es decir, los que vivan como auténticos hijos de Dios, podrán llegar a contemplar esa gloria. Te invito a que te tomes en serio el llamado que el Señor te hace en esta Cuaresma para convertir tu vida al verdadero Camino que te conduce a la gloria, a la felicidad. Querido hermano, no te dejes robar las ganas de alcanzar la gloria del Señor. Que el camino de la cruz, único para llegar a la Transfiguración, no sea para ti un pretexto ni una carga.

Repite esta semana el responsorio del salmo, El Señor es mi Luz y mi Salvación, para que al mismo tiempo que confías en que Dios, se transfigure para ti y te muestre su gloria, así también tengas por cierto que Él estará contigo para caminar juntos el camino de la salvación, el camino de la cruz, tu propio Calvario.

Fernando Daniel Quiñones Ortega

Segundo de Filosofía

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