En medio de una cultura tan cambiante, en la que la opinión del más fuerte vence a la del oprimido, en la que parece que la voz de los más pobres no es escuchada ¿Qué valor tiene la fe? ¿La fe es acaso un acto ciego que debemos tener?
La Palabra de Dios que escuchamos hoy ilumina nuestra vida, la fe es una de las tres virtudes teologales junto con la esperanza y la caridad. El autor de la Carta a los Hebreos la define de una manera hermosa: «La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve» (Hb 11, 1-2). Sin embargo, en nuestro tiempo pareciera que la fe se ve debilitada ante los problemas cotidianos o ante situaciones extremas que nos pasan sin saber el motivo, pero la fe no es algo que podamos usar como objeto de magia o superstición «obligando» a Dios a cumplir nuestros deseos solo porque decimos que tenemos mucha fe; al contrario, nos ayuda a aceptar con generosidad la voluntad que Dios tiene para nosotros y confiando en que esta voluntad es siempre lo mejor para nuestra vida.
Esta virtud nos ayuda a creer en que Dios infunde en nuestro corazón la certeza de que Él siempre está con nosotros sin importar que es lo que pase en nuestra vida, la fe es creer verdaderamente que Dios nos acompaña siempre, aunque no lo veamos o aunque de pronto no podamos sentir su presencia. La fe es más que solo repetir oraciones para pedir algo, es un regalo que Dios nos da para que podamos sentirnos hijos.
Es deber de cristianos tener esto muy presente, ya que a pesar de las situaciones adversas Dios nos acompaña siempre, y aunque de pronto sintamos que no encontramos el rumbo de nuestra vida, debemos estar seguros que su presencia está siempre con nosotros. La fe es la que nos mueve a hacer de las cosas ordinarias cosas extraordinarias, nos impulsa a ser mejores cada día, nos mueve a ofrecer nuestra vida completa a nuestro Señor y nos impulsa a amarlo y a esperar en Él con plena confianza como un hijo lo hace con su padre.
Hemos de conservar esta virtud como un tesoro que Dios nos ha otorgado, ya que por la fe podemos creer que Dios nuestro Señor nos ha redimido y nos da la oportunidad de que cada día podamos ser imagen suya, ayudando a los que más nos necesitan, encontrando a Cristo en nuestro hermano y, sobre todo, confiando en que la presencia de nuestro Señor siempre está con nosotros como una brisa suave que nos guía y nos da fortaleza para seguir adelante.
Por José Pedro Rosas Maldonado
Seminarista en año de inserción pastoral