En este segundo Domingo de Adviento, tiempo de espera, el Evangelio nos muestra a Juan el Bautista, un mensajero del Señor, un enviado a preparar el camino para su advenimiento. Como enviado nos invita a una conversión y a una búsqueda de Dios en estos tiempos tan difíciles y complicados, que como pueblo de Dios estamos sufriendo, tiempos en los cuales nos sentimos abrumados, agobiados, con desesperanza e impaciencia.
Hoy Juan aparece en el desierto, al igual que nosotros tenemos desiertos, predicándonos la esperanza en la venida del Salvador. Que al igual que él, nos vistamos de confianza, nos ciñamos de fe y nos alimentemos del Cuerpo y la Sangre del Cordero, para que como Juan el Bautista seamos mensajeros y preparemos el camino, no solo para nosotros si no para los demás; que en este tiempo de desolación haya muchas voces que clamen en su desierto de soledad, de enfermedad y desesperanza.
Como bautizados somos llamados a proclamar el kerigma no solo para nosotros mismos si no para el prójimo, para esto debemos comenzar por nuestra propia persona tomando la invitación a la conversión y hacer de este tiempo una verdadera espera, preparando nuestro corazón, con un gran disponibilidad y apertura al Espíritu Santo, para andar estos caminos de oscuridad, que nuestros actos interiores y exteriores se revistan de la fe en Dios y la certeza en la promesa del Señor esperando un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia.
Seamos mensajeros preparemos nuestro corazón en este tiempo de gracia y hagamos lo que nos corresponde desde el lugar que nos encontremos, nuestro trabajo, nuestra familia, en el lugar donde nos desenvolvamos ya que en este tiempo el amor al prójimo nos lleva hacer como Juan anunciadores de la venida del Señor a nuestras vidas concretas, en nuestras propias realidades, tanto personales como en el pueblo de Dios que somos, tenemos limitaciones y somos pecadores, pero somos llamados y enviados.
No necesitamos hacer cosas extraordinarias si no solo desde nuestro día a día mostrar la misericordia del Señor preparando el camino no solo para mi si no para todos aquellos que se encuentran clamando en sus desiertos y que este tiempo de esperanza alumbre toda nuestra vida en estos momentos que necesitamos estar más unidos a Cristo el redentor. Ama y déjate amar, clama y atiende al clamor de otros.
Luis Enrique Sánchez Arenas
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