Queridos hermanos, sin duda que la Palabra de Dios es viva y actual; el evangelista San Lucas nos muestra algunas de las actitudes que Jesús percibía en las personas de su época (Lc 13, 22-30), y que ahora podemos encontrar en los cristianos del siglo XXI.
Ante la pregunta de uno a Jesús sobre si «¿son pocos los que se salvan?», Él responde con un imperativo, exigiendo a todo aquel que escuche su palabra, su mensaje, a esforzarse por entrar en la comunión con Dios, a formar parte del pueblo elegido por Él. ¿A qué actitudes nos referimos?, en nuestra sociedad sucede que tenemos una mentalidad o hábito de dejar todo para después, o de decirnos “ya habrá tiempo para eso”; pero lo que sucede en realidad, es que dejamos las cosas que realmente importan en un segundo plano. Así sucede con las cosas del cielo, constantemente Jesús pasa, como lo describe el evangelista, sigue pasando por pueblos y ciudades, haciendo resonar su voz en tantos misioneros, en los sacerdotes, en los religiosos y en los laicos comprometidos con su Iglesia.
Jesús sigue enseñando, pero sigue esperando que no seamos sordos a esa voz. Otro fenómeno dentro de la sociedad, o, mejor dicho, dentro de la comunidad de los cristianos, es el hecho de llevar en la frente tal nombre (cristiano) por ocasión o por apariencia; ante tal caso Jesús puede decirnos directamente a nosotros como lo dijo a las personas de su época: «entonces comenzarán a decir: “hemos comido y bebido contigo, y tu haz enseñado en nuestras plazas”, pero Él les dirá: “no los conozco, apártense de mí todos los que obran el mal”». En esto podemos caer todos los que nos decimos llamar cristianos, creer que cumplimos con el mandato de Dios con el simple hecho de no cometer el mal, o de participar ocasionalmente en la eucaristía, asistiendo los domingos, frecuentar los sacramentos, cumplir con los requisitos que nos pide la Iglesia, etc. Y pensamos que el nombre de cristiano se refiere sólo a llevar una práctica ocasional, pero sucede lo contrario, ser cristiano va más allá de un simple ritualismo, Jesús nos dice «esfuércense en entrar por la puerta estrecha».
Preguntémonos: ¿Con mi manera de vivir, estoy entrando por la puerta a la que se refiere Jesús? o ¿Soy un cristiano que sólo se preocupa por el signo externo o por el simple hecho de cumplir? Veamos el rostro de Jesús en el hermano desamparado, en aquel que se encuentra necesitado de nuestra ayuda. Jesús nos invita a ir al encuentro de los descartados y tocar su corazón con el nuestro. Esto, queridos hermanos, es solo una parte de cómo podemos entrar por la puerta a la que se refiere el Señor. No seamos tardos en escuchar su voz y tampoco dejemos de hacer el bien que podamos, para que no sea demasiado tarde y el Señor tenga que decirnos «no sé quienes son».
Por Rosalío Velasco Espinoza
Año de Pastoral