Seguimos avanzando en el tiempo ordinario. Y es que es en lo ordinario en donde más nos podemos encontrar con Dios, ya que lo vemos realizando signos y milagros entre la gente, entre personas como nosotros. En este V domingo del tiempo ordinario la invitación es saber escuchar. Pero, ¿cómo saber escuchar al Señor?
Cierto es que vivimos en un mundo lleno de ruidos, distracciones, redes, pero no redes como las de esos pescadores, sino de las grandes redes sociales que nos conectan y “enredan” con personas del otro lado del mundo y que son muy buenas en la medida en que sepamos utilizarlas. ¿Estas redes nos pueden conectar con Dios? Creo que sí. En la medida en que seamos capaces de “pescar” al prójimo mediante lo que decimos, hacemos y compartimos.
Lo primero que debemos hacer es responder a la llamada de Señor tal y como lo hicieron los tres primeros discípulos que aparecen en el evangelio de hoy (Lc 5, 1-11). La importancia de saber escuchar está en que hacerlo da muchos frutos, el principal es nuestra felicidad. No es suficiente admirarse o sorprenderse sino actuar de verdad, es decir, que eso que escuchemos, una vez entendido, lo hagamos vida. Ya nos lo dijo el papa Francisco: “La vida tiene valor solo al darla, al darla en el amor, en la verdad, en la donación a los otros, en la vida diaria, en la familia”. Es decir, la vida solo tiene valor si se entrega por amor.
Lo segundo es dejar que Jesús se suba a nuestra barca tal y como lo hizo Pedro. Qué importante es reconocernos limitados, ya que si lo hacemos somos conscientes de que muchas veces fallamos a Dios y al hermano. Pero el Señor no nos juzga, no nos expulsa, sino, por el contrario, nos anima a esforzarnos y a trabajar por la salvación de todos, comenzando por la nuestra. Es decir, nos enreda en con su gracia, amor, ternura, para que seamos capaces de ir anunciar a todos que el Señor ha sido bueno con nosotros y, de esta manera, enredemos a los demás con el amor. Solo si nos amamos seremos capaces de vernos como hermanos.
Lo tercero. Debemos confiar siempre en su Palabra. Muchas de las veces confiamos en nuestras propias fuerzas y en ocasiones nos desanimamos porque los resultados no son muy positivos que digamos. Pero, ojo, miremos a los discípulos que habían estado haciendo su mejor esfuerzo toda la noche, pero no pescaron nada y esto seguramente les trajo desánimo. Pero confiando en las palabras de Jesús arrojaron las redes y sucedió lo grandioso su esfuerzo se vio recompensado y recogieron tal cantidad de peces que casi se hundía.
Confiemos en la Palabra y esta dará su fruto, confiemos en el Señor y el hará que nos maravillemos. Vivamos como antorchas en medio de tanta oscuridad y alumbraremos no con nuestra luz sino con la del Evangelio, es decir, con la misma Luz que es Cristo y de esta manera la pesca será abundante.
Juan Francisco González Escalante
Seminarista de tercero de Teología