“A mi dulce amor”

Dulce amor en el alma
Que inflama el corazón de alegría
Siente aquel que ama
A la santísima Virgen María.
Oh madre del Verbo Eterno
Refugio y auxilio del pecador
Por tu grande amor materno
Nos ha nacido nuestro Redentor.
Virgen santa y pura
Que siempre escuchas al que te llama
Mira a este pecador con ternura
Que con sincero amor te ama.
Eres reina del cielo
E intercedes a cada instante
Por aquel que busca consuelo
Y se acerca a ti suplicante.
Mira a este pobre afligido
Y dale refugio bajo tu manto
Tú sabes lo que he sufrido
Y que he caído en el llanto.
Todo dolor se supera
Y se encuentra de nuevo el camino
Sobre todo el alma que espera
Y por tu Hijo es redimido.
Madre nuestra
Enséñame el camino hacia Jesús
Él, que nos dio la muestra,
De cómo llevar nuestra cruz.
Causa de nuestra alegría
Enséñame a hacer oración
Te amo Virgen María
Y pongo en tus manos mi vocación.
“De la abundancia del corazón habla la boca”. Son unas bellas y sabias palabras con las que quiero dar comienzo a la explicación de estos versos. A partir de la experiencia de vida dentro del seminario, en todas sus áreas de formación, el trato de día con día entre los compañeros y la experiencia de fe vivida con todo el amor, nosotros seminaristas vamos descubriendo, cada vez más, que dentro de la vida de entrega y de servicio por amor al prójimo necesitamos de la compañía de la santísima Virgen María para que nos vaya guiando en nuestro caminar y nos lleve hacia su querido Hijo, Nuestro Señor. La inspiración para escribirla surgió durante el retiro mensual que tenemos cada mes en el seminario, experiencia única en la que podemos encontrarnos con nosotros mismos y con Dios para poder entregarnos con toda las ganas y todo el entusiasmo a nuestra vocación. Al escribirla quise expresar el gran amor que tengo a la Santísima Virgen María en quien he puesto mi vocación y que estoy seguro que ella, con su gran amor maternal, va a ayudarme a mantenerla y a acrecentarla para poder servir el día de mañana a toda la Iglesia.