El pasado 18 de septiembre tuvimos la bendición de recibir en el Seminario a los nuevos sacerdotes de nuestra querida Diócesis de Zacatecas. Regresaban a su Alma Mater, al lugar que por tantos años fue su casa, donde pasaron mágicos momentos de alegría, de tristeza, de crisis y de aventura. Y lo hacían con la finalidad de elevar su acción de gracias a Dios por tan precioso don recibido en el sarcamento del Orden Sacerdotal, desde la casa que los formó y preparó para tan maravilloso momento.
La santa Misa fue presidida por el Pbro. Gilberto, que el año pasado prestó su servicio como auxiliar de disciplina en el Seminario Menor, y tras una homilía del todo vocacional invitó a que todos los nuevos sacerdotes dirigieran a todo la comunidad del Seminario unas palabras, que en resumen resultaron una invitación y motivación a seguir en este camino de la vocación sacerdotal con alegría y entusiasmo. Recuerdo algunas frases: «vale la pena ser sacerdote y vale la pena ser seminarista», «no podemos responder a la vocación, si no tenemos fe, de hecho, no permaneceríamos en el Seminario si no hay fe», “la gracia de Dios está desde que ingresas al Seminario», «Dios llama a quien quiere, como quiere y cuando quiere».
Terminada la Eucaristía, el Seminario preparó una deliciosa cena a los nuevos presbíteros que pasaron buenos momentos con los seminaristas y el equipo formador, no faltó el pastel que alegra los corazones y que es además signo de fiesta, además de hacerse presente las fotos con todo el Seminario, que guardan recuerdos que ahora perdurarán en los nuevos sacerdotes y en los que aún vamos de camino. Dios nos conceda salud y vida, para seguir sus pasos. Que Dios bendiga a los nuevos padres: Pbro. Leobardo, Pbro. Roberto, Pbro. Gerardo, Pbro. Carlos, Pbro. Gilberto, Pbro. Fernando. Pbro. Santiago.