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Comienza Seminario Año de la fe

 “«La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros.”(P.F. 1.) Esta afirmación, con que comienza el papa Benedicto XVI su carta apostólica “Porta fidei” con la cual convoca el año de la fe, encierra en sí la confianza con que la Iglesia está llamada hoy a redescubrir y testimoniar lo maravilloso que es poseer y vivir el don de la fe, la belleza y la alegría de ser cristiano; y es que no puede ser de otra manera, pues, la garantía de la fe es Dios mismo, su amor siempre disponible. 

Al Seminario, de manera especial, como escuela de la fe, le corresponde emprender el camino de la fe «sabiendo en quien a puesto su confianza». (Cf. 2 Tm 1, 12).  Fundados en esto, el año de la fe es para nosotros un tiempo de gracia favorable para profundizar en el fundamento de la fe, así como en sus contenidos. 

Profundizar en el fundamento de nuestra fe quiere decir acrecentar y progresar  nuestro encuentro con Cristo, origen y meta de la fe. Se trata de recordar que nuestra  vocación consiste en ser discípulos y amigos de Cristo, para ser sus testigos en el mundo,  verdadero motivo de nuestro esfuerzo por configurarnos con Él y, por esto, razón de ser del Seminario. De acuerdo con esto, la Eucaristía ocupara un lugar privilegiado, su celebración y vivencia serán centrales, pues constituye el Sacramento del Encuentro con Cristo por excelencia. Además, junto con la Eucaristía y en unidad con ella la oración comunitaria y personal será tiempo insustituible para acrecentar nuestra unión con Dios, para lo cual el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios será indispensable. 

Por otro lado, y siguiendo el camino marcado, nos preocuparemos por una reflexión y profundización sobre los contenidos de la fe, compromiso no menor, pues hoy  hay  una mayor dificultad para transmitir a las nuevas generaciones, sobre todo a los jóvenes, los contenido de la fe y los valores inspirados por ella, y esto a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchos. Es providencial, que en este año de la fe,  celebremos cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II (1 de octubre de 1962) y los veinte años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica (11 de octubre de 1992); documentos de gran valor, verdaderos testimonios de fe,  que serán para nosotros objeto de cuidadosa reflexión, pues  constituyen una brújula para orientarnos en el camino de la fe en nuestro tiempo.

Este año será pues para el Seminario un renovado fuerzo  de conversión al Señor, para que experimentando su amor, rejuvenezca nuestro compromiso por transmitir la fe; “La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6); la fe que se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2;Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).(P.F. 6).