Estoy seguro que todos los días sales de tu casa y te encuentras, rosas y chocas con la ciudad; quizá no vives en una pero sí te encuentras envuelto por su ambiente, el cual te llega a través de los medios de comunicación; tal vez ya ni si quiera te das cuenta del influjo que ejerce, puesto que se ha vuelto tan habitual: solo vivimos en ella y eso nos basta. Démonos cuenta cómo la ciudad habla y calla, alegra y entristece, impulsa y reprime, incluye y excluye… es un maravilloso y paradójico lugar en el que se descubren polos tan opuestos: pobres y ricos, marginados y élites, colorido y monotonía, desarrollo y pobreza, glamour y supervivencia, fe e indiferencia… y en ella Dios vive, ahí aguarda ser encontrado, ser abrazado y amado ¿Será verdad que el Señor se encuentra ahí? ¿Cómo puede estar en ella en medio de estos polos? A simple vista no vemos a Dios en la ciudad, por lo tanto, no sabemos cómo acercarnos a ella.
La ciudad como se ha descrito, sin asumir una perspectiva negativa sino realista, plantea a toda la Iglesia, concretada en su Obispo, sus sacerdotes, seminaristas, religiosos, encargados de vida cristiana, movimientos juveniles, matrimoniales y familiares, catequistas, equipos de liturgia y medios de comunicación, un lugar nuevo, desafiante, interpelante y urgente por evangelizar, pero con una mentalidad diferente, porque Dios ya está ahí.
De este modo, el taller de Pastoral Urbana, vivido del 4 al 7 de noviembre en el Seminario de Zacatecas e impartido por el Pbro. Benjamín Bravo, se inserta convenientemente en este dinamismo. Fueron cuatro días intensos, que no se redujeron a una recepción pasiva de conceptos y métodos, sino que fue una oportunidad de imbuirnos en la belleza de la ciudad, pero desde la grave posición de sus pastores que salen a palpar y a encontrar a Dios. Mucho se ha hablado de que tenemos que ser «Iglesia en salida», de la renovación que vive nuestra diócesis y de que los sacerdotes «han de oler a oveja», de modo que este taller fue la concretización en la vida de cada uno de estas aspiraciones eclesiales, y no sólo eso sino sobre todo una oportunidad para tocar, oler, ver, gustar, escuchar, admirarse, reír, contemplar a nuestras «ovejas», nuestros fieles ¿Qué fue lo que vivimos? ¿Qué vimos, escuchamos y tocamos? ¿Qué nos provocó estos sentimientos? Se preguntarán, les comparto una breve síntesis de este taller.
Iniciamos con una aclaración de términos como ciudad, urbe, urbanización, metrópoli, urbano, conurbación y ciudad-texto. Ésta última es la que queremos resaltar, ya que, hace referencia a la ciudad como espacio en el que el habitante busca encontrar sentido de su existencia y la razón de ser de su vida en común, a través de los distintos lenguajes: el mítico-simbólico, el racional científico, y el técnico electrónico, es decir, a través de la cultura; todos estos símbolos son ritualizados y des-velan anhelos, utopías, deseos, sufrimientos, sentidos de vida y las relaciones sociales de sus habitantes.
Estos símbolos se conjugan y crean una cultura religiosa, en ella la persona busca las respuestas a sus problemas familiares, económicos, sociales, ecológicos, etc. y ahí las encuentra, ya no acude al templo porque ahí no descubre el sentido ante sus dificultades; hemos de ser conscientes que algo no está funcionando y no podemos seguir así. He aquí las principales culturas religiosas:
- La cristiana-católica: Es un grupo limitado que lleva a nuestra celebración dominical, que se reúne para partir el Pan de la Palabra y de la Eucaristía y persevera en la catequesis, en la vida sacramental y la vida de caridad DA 175.
- La cultura religiosa popular: es un número de católicos que expresan su fe en forma esporádica. Practican la religiosidad con devoción a la Virgen, a los santos, las fiestas. Todo es muy simbólico y poco verbal, la imagen, la fiesta, y la devoción ocupa un lugar muy importante para encontrar a Dios entre nosotros.
- La cultura urbana: la urbe es el supermercado de religiones, hay ofertas para todos los gustos y mezcla lo mejor que encuentra a su derredor. La ciudad te da a lo que quieras.
- Casas religiosas y templos protestantes: la mayoría de las ofertas religiosas te resuelven dos mundos: el del imaginario-cómo quieres sentir y el hermenéutico en el que la persona ha de interpretar que ya se resolvió el problema. En ellas, las personas son acogidas de forma personal, se les valora y les hacen sentir que los aceptan e incluyen. La gente sincera que sale del catolicismo no lo hace por razones doctrinales sino por alguna experiencia negativa: esperan encontrar respuesta a sus aspiraciones que no han encontrado en la Iglesia DA 225. Es interesante que en las actividades se involucra mucho el sentir: felicidades, salir de la depresión, de las drogas, de los problemas, y no sólo el oír; la Palabra de Dios ocupa un lugar importante puesto que se le profundiza «no en forma fría y teórica, sino como herramienta para hacerlos crecer espiritual, personal y comunitario» 228b, c. Todos son enviados a volver y a traer más integrantes de la comunidad.
- Universidades: afirman que la fe es irracional son los académicos y la inteligencia. Buscan el rostro de Dios, sin embargo, lo hacen interpelados por nuevos lenguajes del dominio de la técnica y de la razón. Buscan progresar, solucionar las incógnitas de la ciencia, cuidar el planeta y las especies, lograr la fama, dinero, prestigio y grados académicos.
- La ciudad de las sensaciones: su centro afectivo es el cuerpo y sus sentidos. El cuerpo es la gran expresión del ser humano. Se busca que todos los sentidos palpen y lleguen al éxtasis que provoca la expresión de felicidad. Es una cultura de la autorreferencia del individuo, que conduce a la indiferencia por el otro. Lo mejor es ser bello, vigoroso, que la sensación, los colores, olores, luces y sonidos sean duraderos para así alcanzar la felicidad en plenitud. En esta cultura se encuentran en mayor número las nuevas generaciones.
- Las culturas del gueto: son las tribus urbanas, es gente que quiere tener una identidad. Su respuesta a la sociedad muchas veces se da destruyendo al que le excluyó, destruyendo al que no me comprendió, e incluso destruyéndose.
Las culturas religiosas son como trenes, reconozcamos que nuestro tren no es ya tan atrayente, y que cada tren tiene la respuesta completa para las personas que están dentro, y la sigue ofreciendo a todo el que pase por su andén ¿Cuál es mi posición ante estos trenes? ¿Acaso no son espacios donde también ha de llegar la Buena Nueva? ¿Sus miembros no merecen también conocer el amor de Dios expresado en Cristo? ¿Qué hacer? Es aquí donde el desafío se planta con firmeza y nuestra actitud debe ser proporcional más aún, con un plus puesto que la obra es de Dios.
La aventura citadina se inició con una visita a la ciudad desde varios puntos, los cuales reflejan la presencia de todas estas culturas religiosas en nuestro Zacatecas-Guadalupe, y seguramente en otras latitudes de nuestra Diócesis. Seminaristas y sacerdotes fuimos distribuidos en varios puntos: Galerías, zona de restaurantes, colonia pobre, centro histórico, avenida Juárez y González Ortega, plazas de la ciudad, zona industrial, puestos esotéricos, colonias populares como Villas de Guadalupe, zona universitaria, zona de guetos como la colonia Alma Obrera y al santuario del Niño de las Palomitas. El jueves por la noche se tuvo una experiencia de observación nocturna en «templos» de diversión, es decir, en antros, bares, clubes masculinos, cantinas, etc. en los que el enriquecimiento fue muy grande. También entramos en diálogo con los jóvenes, los empleados, con las muchachas del lugar, con el entorno y el ambiente que poco a poco ofrece el sentido a todos los asistentes… y Dios también vive ahí.
Se dieron experiencias de todo tipo, se observó el lugar, sus ritos, sus «catedrales» o sea el lugar propio de cada cultura, las actitudes de las personas que se encontraron ahí lo cual abrió nuestros ojos para darnos cuenta que si en el redil debía de haber 99 y teníamos que buscar una que estaba perdida, ahora sólo tenemos una y fuera hay 99 buscando pastizales para vivir.
Esto nos exige una nueva mentalidad: no es posible que les llamemos a todos ellos alejados, debido a que nosotros somos los alejados, no hemos sabido dar respuesta. Así el mandato misionero adquiere una nueva dimensión y urgencia: salgamos a anunciar la Buena Nueva de Jesús también ahí ¿Cómo? He aquí algunas pistas:
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Quitémonos de la mente el esquema: yo evangelizador, tú pagano; yo te vengo a enseñar a ti; yo soy el bueno y tú eres el que tienes que entrar en mi esquema.
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Recordemos que antes de que lleguemos a un lugar o con una persona Dios ya está ahí.
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Salgamos al encuentro uno a uno, persona a persona no en masas, toquemos puertas y catedrales. Ellos seguramente jamás se pararán en nuestro templo.
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Hay diferente lenguaje puesto que las personas no buscan tanto verdades sino «sentires». Necesitamos aprenderlo, valorarlo y servirnos de él en el proceso.
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¡Cállate! Aprende primero de ellos, entra en diálogo, enriquécete y luego todo fluye.
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Yo soy el alejado entonces en el encuentro parto de su lenguaje y símbolos
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El símbolo es analógico, es importante actualizarlo en el hoy.
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Reconozcamos que los lugares de la ciudad brindan sentido a las personas, por eso están ahí. No se los podemos quitar sin otorgarles un sentido mayor.
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El trato cristiano y amoroso es el que puede transformar.
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Gradualmente evangeliza, introduce la Palabra en su vida, Ella permeará y transformará a su tiempo, no al propio.
Un lugar especial lo ocupó la reflexión en torno a la cultura de religiosidad popular, puesto que es muy fuerte en nuestra Diócesis, la cual sigue sosteniendo la fe con fuerza en nuestro pueblo, y la pastoral juvenil Delante de ambas, nos descubrimos no como sus redentores, sino como sus interlocutores, porque podemos y debemos aprender de ellas: su lenguaje, sus símbolos, sus manifestaciones y su empuje. Dios ya está ahí y gradualmente en un proceso de encuentro es necesario proponer, en su misma línea, la alegría que Jesucristo expresa en ellas.
Una experiencia más que es importante resaltar es la visita domiciliaria que se vivió el jueves por la noche, es decir, los seminaristas fueron distribuidos en diferentes calles de Guadalupe para ir a tocar puertas. Al abrir las personas su hogar, se les expresaba un saludo enviado de su párroco y ofrecían sus servicios, sus interlocutores extrañados y admirados agradecían el gesto de atención o bien continuaban la plática. La finalidad fue aprender a hacer «visita de búsqueda de la pepita de oro», o sea de todas las personas que por su calidad humana y cristiana pueden brindar un servicio importante a la Iglesia aunque no asistan al templo. Esto con el fin de conocer la «Iglesia de casa», la cual es un grupo de bautizados y no bautizados que practican actividades culturales y religiosas, que periódicamente se reúnen a hablar de algún aspecto de su vida, que aceptan la propuesta de la Biblia como luz y criterio, y que están abiertos a normarse por dicha Palabra, en la que van descubriendo una Persona, que es Jesús; también ayudan a los excluidos.
Sin profundizar en cada una de ellas, conozcamos los siete tipos de Iglesia de casa:
- Comunidad eclesial de base.
- Comunidad de la religiosidad popular
- Comunidad de la familia del enfermo.
- Comunidad carismática.
- Comunidad de papás y mamás de niños que reciben un sacramento de iniciación cristiana.
- La comunidad de un sector de personas
- La comunidad uno más uno.
- La comunidad electrónico-cibernético