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DOMINGO DE PENTECOSTÉS

“Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena… porque recibirá de lo mío y os lo explicará”  

Hermanos y hermanas, estamos celebrando la Solemnidad de Pentecostés, con la cual, cronológicamente en este año litúrgico, cerramos el  ciclo del Santísimo Tiempo de la Pascua. Como nos dice el documento de aparecida, “necesitamos un nuevo Pentecostés en la Iglesia”, que nos impulse con amor, con entusiasmo, con creatividad, con esperanza, con compromiso y testimonio a anunciar el evangelio del Señor. Nosotros, en la Iglesia de Cristo que Peregrina en Zacatecas, hemos celebrado en días pasados nuestro Jubileo, por los 150 años de nuestra diócesis. Es un gran regalo de Dios, a través de su Hijo y por mediación del Espíritu Santo, esta celebración, que ha de concretizarse en el testimonio más creíble de cada uno de nosotros en la caridad. Este momento privilegiado no debemos desaprovecharlo, esta Solemnidad de Pentecostés es un impulso que el Señor nos concede para que con los dones del Espíritu Santo nos dejemos renovar y renovemos nuestro entorno, en todos los sentidos y ámbitos de la vida.

La Palabra de Dios nos habla de este hecho  misterioso y trascendente, de la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia. Describe en un primer momento la preparación de la comunidad y de allí, sacamos la primera enseñanza: no se puede recibir al Espíritu Santo sin una cierta preparación, en y desde la comunidad, porque no es un don aislado o monopolio de unos cuantos, pero sí se ha de recibir en un ambiente de oración y preparación comunitaria, por ello dice “estaban todos reunidos”, un don de Dios prometido desde el AT y plenificado en NT. Del AT hemos de recordar el don del Espíritu al Rey (Saúl 1 Sam 10,6), al Mesías (Is11, 2). El  “reparto” del Espíritu entre los setenta colaboradores de Moisés (Nm 11); allí expresa Moisés el deseo de una infusión de Espíritu para todo el pueblo; deseo que convierte en profecía Joel (3,1-5).

Entre los símbolos presenta el viento y el fuego, elemento de la Divinidad. Lenguas de fuego es un símbolo que quiere decir que el don del Espíritu está ordenado a la proclamación del evangelio. La lengua del Espíritu, es la lengua del amor, que cualquier pueblo y cultura es capaz de comprender y que es centro del misterio de Dios. Lo que el pecado dispersó, en Babel, el amor de Dios a través de su Espíritu lo vuelve a unificar.

Y en la segunda lectura san Pablo nos habla de esa imagen del cuerpo que tiene diversas funciones y que sin embargo se congrega para bien de todos, lo congrega el amor y la diversidad de carismas que hacen crecer la Iglesia y la enriquecen, pues las funciones son dones recibidos para que sean puestos al servicio de la Iglesia. 

El evangelio de San Juan, describe el Gran Domingo de la Resurrección en el cual, los discípulos están encerrados por miedo a los judíos por su relación con el ajusticiado. El miedo será vencido por el saludo de Paz pascual de Jesús, la duda y el desánimo con la identificación corporal de Jesús, que atraviesa las barreras externas e internas del hombre. En la escena se puede reconocer rasgos de una celebración eucarística: el día del Señor, presencia de Jesús en la comunidad, reconciliación por el perdón, recuerdo de la pasión, don del Espíritu. 

El saludo de paz es cumplimiento de una promesa; la misión es un acto soberano de Jesús, para prolongar su propia misión; el gesto de soplar recuerda la creación del hombre (Gn 2,7; Sab 15,11) y la resurrección de muertos (Ez 37). Es como la creación del hombre nuevo, dotado del aliento del Espíritu, en virtud de la Resurrección de Jesús. El poder de perdonar o imputar pecados, poder que discierne y juzga, que reconcilia o excluye.

Esta solemnidad de Pentecostés debe hacernos reflexionar, en este año del Señor 2014, cómo estamos viviendo nuestra fe desde la caridad y el testimonio y con la fuerza del Espíritu, ¿has emprendido ese camino?, ¿todavía no? Pídele en este día al “dulce huésped del alma” la fuerza que necesitas la fuerza de su amor para seguir adelante, pídele sus siete dones y sigue caminando. El nacido del Espíritu es enigmático y libre. Instinto y sensualidad esclavizan al hombre; el Espíritu con su energía superior, lo liberan.