«Vayan y hagan discípulos a todas las gentes»
Como cada año la Iglesia nos da la oportunidad de celebrar el Domingo mundial de las misiones, como una oportunidad para recordar algo que es esencial en la vida de cada cristiano y de cada comunidad: anunciar el Evangelio de Jesucristo a todo el mundo, atendiendo al mandato del mismo Señor resucitado.
Ese es el mandato del Señor, pero ¿sigue teniendo vigencia este mandato misionero? Por supuesto que sí, sobre todo porque como lo recuerda el Papa Francisco en su mensaje para esta jornada: «Hoy en día todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo», por eso es tan urgente la misión ad gentes, es decir, el anuncio de Jesucristo en tierras de misión.
Es cierto que cada cristiano, por su bautismo y confirmación, es un misionero, llamado a anunciar la Buena Nueva de Jesucristo, sobre todo con su testimonio de vida; es cierto que en nuestros ambientes hay muchos alejados y muchos que han dejado de creer y podríamos pensar que para nosotros ese es nuestro campo de misión. Esto es verdad, pero en este domingo se nos invita a lanzar nuestra mirada al horizonte.
A pensar en la misión ad gentes, en la labor de tantos hombres y mujeres, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que dejando sus países de origen se lanzan a la aventura de anunciar a Cristo en tierras de misión. Es una labor realmente extraordinaria, pues implica incorporarse a una cultura nueva, y que en muchas ocasiones se muestra adversa a su presencia, como es el caso de los países orientales; deben aprender idiomas nuevos, desarrollar su misión con medios, a veces, precarios e insuficientes, en fin, es una muestra real de lo que el Papa describe cuando habla de “Iglesia en salida”.
Estos misioneros se han empapado de Cristo, su corazón late al ritmo del de Pablo: «Hay de mi si no evangelizo, hay de mi si no evangelizo», un corazón alegre, alegría que brota de la certeza del Señor resucitado presente en su Iglesia. La alegría del Evangelio es la razón de su vida y quieren que aquellos que no conocen a Cristo disfruten de este gozo.
Pero en la Iglesia no todos hemos recibido esta vocación, son algunos los que sienten ese deseo de ir a las tierras de misión, ¿cómo podemos nosotros participar de la misión ad gentes, cómo podemos colaborar? La Iglesia nos propone tres formas concretas para unirnos a estos hermanos misioneros: la oración, el sacrificio y la cooperación económica. Tres formas que todos, en alguna medida, podemos asumir como un compromiso en pro de las misiones y los misioneros.
Nuestra oración y sacrificio son indispensables, santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones, ofrecía sus dolores y sacrificios por los misioneros, oraba incesantemente por los sacerdotes en misión, nunca salió del convento y, sin embargo, es patrona de las misiones, así que también nosotros podemos imitar su ejemplo y convertirnos en bienhechores espirituales de las misiones ad gentes.
Pero también podemos apoyar con nuestra aportación económica y contribuir así al sostenimiento de asilos, hospitales, escuelas, orfanatos y muchas otras obras que los misioneros emprenden en aquellos países.
Así que todos podemos cooperar, o vas o envías o ayudar a enviar, lo importante es no permanecer pasivo o indiferente. Que María, la estrella de la Evangelización, nos ayude a comprometernos en el anuncio de la alegría del Evangelio desde nuestra realidad concreta.