«Tengan ceñidas sus cinturas y sus lámparas encendidas»
La liturgia de la palabra de este domingo nos recuerda que la vida en la tierra es una espera, no muy larga, hasta que venga de nuevo el Señor. La fe, que guía nuestros pasos es precisamente certeza en las cosas que se esperan, como escuchamos en la segunda lectura. Nuestra existencia cristiana es esencialmente vida teologal, configurada de un modo nuevo por las virtudes teologales, que son realidades que dan a nuestra existencia un nuevo significado: fe, esperanza y caridad nos permiten vivir esta vida como lugar y espacio de peregrinación hacia la vida eterna.
La fe es por esencia esperante y la esperanza, si lo es de verdad, es creyente; y ambas virtudes, fe y esperanza, se realizan plenamente en la caridad, es por eso que la existencia cristiana se vive sólo mediante las virtudes teologales, las cuales son por esencia apertura al futuro de Dios, pues las tres encuentran su pleno cumplimiento sólo en Dios.
Jesús en el evangelio utiliza un lenguaje eminentemente cultural, de tal modo que aquellos que lo escuchaban entendieron a la perfección el mensaje; las cinturas ceñidas y las lámparas encendidas son el signo característico del hombre vigilante, del hombre que está alerta, pronto a trabajar, a ponerse en movimiento. Esa es la actitud del cristiano, creer y esperar en Dios no es sinónimo de pasividad y adormecimiento, sino precisamente de lo contrario, la vida cristiana es un continuo movimiento en el Señor, pues fe y esperanza se actúan en y por la caridad, y ésta es movimiento hacia Dios, pero también hacia el prójimo.
Estar siempre vigilando implica una virtud muy apreciada por Dios, la fidelidad. Dios es el siempre fiel y en Él podemos serlo también los hombres, pues en la eternidad de Dios encuentra sustento nuestra temporalidad, sólo en Dios los hombres podemos ser fieles. La fidelidad es una virtud poco apreciada en nuestros días, en donde estamos más bien acostumbrados a lo pasajero, a las cosas fugaces y por eso mismo inestables, ante esta realidad de vida la Palabra de Dios nos invita a buscar en Dios firmeza y seguridad, a mantenernos vigilantes, a no dormirnos en la comodidad y vanalidad de la vida, sino a darle valor a las cosas, a ver la realidad con los ojos de la fe, a ceñirnos la cintura para no dejar que los valores cristianos sean pisoteados por la cultura de la muerte, a tener nuestras lámparas encendidas e iluminar con ellas la realidad gris y opaca de nuestra sociedad tan llena de violencia y desesperación. Vivir como hombres de fe, esperanza y caridad es vivir realmente como cristianos, peregrinos del mundo hacia la vida eterna.