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DOMINGO XXVI DE TIEMPO ORDINARIO CICLO B

“Basta un hombre bueno para que haya esperanza”

Hoy en nuestros días, se habla bastante de la igualdad, de problemas sociales como la pobreza, el hambre, la inmigración de miles de personas que huyen de sus países para buscar un estilo de vida más digna, o bien para huir de la guerra y persecución, como actualmente está sucediendo en Europa. Ante estas problemáticas mundiales, el Papa Francisco, en días pasados, ante el congreso del país más poderoso del orbe invitaba a “No tener miedo al extranjero”, es decir al que no es de tu etnia, grupo, clase social, religión o preferencia política. Los invitaba a ser personas que brinden oportunidades a sus semejantes, que generen vida, paz y bienestar principalmente a los más desprotegidos.

Ante estas realidades sociales que vivimos, la Palabra de Dios de este domingo nos invita a abrirnos al “otro diferente de mi”. En la primera lectura del libro de los Números,  se nos presenta a Moisés a quien Yahvé permite que le acompañen 70 ancianos en sus responsabilidades como dirigente del pueblo de Israel, sobre los cuales hizo que se posara el espíritu que se posaba sobre Moisés, pero entre estos setenta ancianos se habían quedado dos hombres Eldad y Medad, sobre quienes también se posó el espíritu y comenzaron a profetizar sin pertenecer a los 70 ancianos. Por este motivo, Josué le pide a Moisés que se los prohíba, cuya respuesta por parte de Moisés fue: “Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre ellos el espíritu del Señor”. Moisés reconoce en estos hombres el don de Dios, que no es exclusivo de nadie, y Él lo da a quien quiere.

Lo mismo le pasó a Jesús con sus discípulos, en el pasaje del evangelio donde Juan le dice: “Hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo hemos prohibido”. Pero la respuesta de Cristo rompe con toda clase de celos y exclusivismo: “No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor”. Jesús no acepta esta prohibición, con esta negación el Señor muestra que ni siquiera la realidad del discípulo puede absolutizarse, y que no se puede apagar ningún movimiento hacía él por lejano que parezca, nada fuera de Jesús puede convertirse en absoluto. Con esta actitud Jesús corrige a sus discípulos, a fin de que no construyan una comunidad de jerarcas sacrales que expulsan a los disidentes.

El discípulo forma un todo con Jesús, no lo contrario, que el discípulo se erija como centro de referencia. Estas dos lecturas, nos enseñan que la atribución de dones divinos, así como su gratuidad de los mismos, sólo vienen de Dios y no de los hombres. El Espíritu sopla donde quiere, los dones de Dios no están reservados a aquellos que ejercen algún cargo en la comunidad, sino que todos los miembros de la comunidad pueden verse beneficiados por ellos; aquí es necesario aclarar, que esto no significa que estén fuera de la comunidad, al contrario dentro de ella, pues como lo afirma Jesús: “Porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí”. El sujeto al que hace referencia Juan, no andaba haciendo nada malo, al contrario hacia el bien en nombre de Jesús.

¿Cómo aplicar la Palabra de Dios en nuestras vidas? Al inicio de la reflexión recordábamos algunos de los problemas sociales que nos aquejan actualmente, cómo muchos hermanos nuestros son excluidos de vivir dignamente, incluso algunos son excluidos de la propia vida, como es el caso del aborto. Hoy Jesús nos pide en su palabra a estar abiertos al otro diferente de mí, a aceptarlo como mi hermano, como mi compañero en el camino de la vida y de la fe, en la Iglesia de Jesús todos tenemos cabida, ante Él todos somos iguales, para Cristo no existen clases y etnias sociales. Ojalá y todos fuéramos profetas y anunciáramos el mensaje de salvación como lo afirmó Moisés; ojalá y cada ser humano actuáramos y arrojáramos el mal de nuestras vidas en el nombre de Jesús, si así fuera, nuestra realidad mundial fuera distinta, no habría diferencias que llevan a la exclusión y a la discriminación.

Desafortunadamente, la gran mayoría de los seres humanos, estamos excluidos de la inmensa riqueza de nuestro planeta que está en manos de unos cuantos, los cuales explotan los recursos porque tienen la técnica para hacerlo, dejando de lado a una gran mayoría. A este respecto afirma el Papa Francisco: “porque el hombre que posee la técnica sabe que, en el fondo, esta no se dirige ni a la utilidad ni al bienestar, sino al dominio, por ello intenta controlar tanto los elementos de la naturaleza como los de la existencia humana”. Y esta es la actitud del hombre celoso, que quiere ser el único, es la actitud del discípulo posesivo, que quiere ser el mayor beneficiado, se siente con derecho a decir quién sí y quién no, es lo que el mismo Papa llama la cultura del descarte. Hoy Jesús nos invita a ver más allá, a abrir nuestro corazón al otro, “porque si el ser humano no descubre su verdadero lugar, se entiende mal a sí mismo y termina contradiciendo su propia realidad”, como dice Papa Francisco. Pues cada uno de nosotros es necesario tener muy claro que hombre es administrador, no dueño, y esto en todos los campos: ante la naturaleza, ante el universo, ante los semejantes, ante Dios. Algunas preguntas que nos ayuden a profundizar teniendo como base la Palabra de Dios: ¿Cuál es mi actitud ante las personas que me rodean? ¿Pongo al servicio de los demás mis talentos? ¿Estoy abierto a los que piensan de manera distinta? ¿A qué me invita Dios Hoy? Que la virgen Santísima, nuestra madre, nos acompañe siempre, y que veamos en ella un modelo de entrega y apertura incondicional a los que nos rodean, pues recordemos que “Basta un hombre bueno para que haya esperanza”.