Categories: Sin categoría

El escudo de la etapa de Filosofía

Los escudos a lo largo de la historia están presentes con el fin de que todo aquél que los vea capte a través de ellos lo esencial de lo que representan. Además, quien adopta este escudo se identifica con él, lo abraza, lo utiliza para crear unidad y algunas veces para manifestar propiedad. 

Este año la etapa de filosofía tuvo la iniciativa de elaborar su escudo, el cual fue diseñado por el Pbro. Lic. Humberto Rodríguez Bañuelos, prefecto de la misma, quien logra reflejar en él, de una manera creativa y singular, las bases y objetivos que se pretenden alcanzar en esta fase de la formación sacerdotal, la filosofía.  

Descripción del escudo:

Al centro, en el fondo se encuentra un triángulo que representa a Dios Padre, seguido se encuentra el Pantocrátor, Dios Hijo, Jesucristo Salvador, el Maestro, el Alfa y Omega, Principio y Fin, centralidad de todo el cosmos. En la parte superior se encuentra Dios Espíritu Santo, quien siempre dirige y guía a la Iglesia del Señor. He aquí a las Tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad, que ha estado y aún está presente en la filosofía cristiana.

 En seguida se encuentran tres palabras escritas en griego, Aletheia, Sophía y Agape: Verdad, Sabiduría y Amor, respectivamente. Están escritas en griego porque la filosofía encuentra sus inicios en los pensadores de  la Grecia Antigua. Después, se encuentra el nombre del Seminario escrito en lengua latina, ya que gran parte de la filosofía fue escrita en latín. 

Por último encontramos el lema: Saber más para servir mejor, palabras que encuentran sentido en la realidad que nos circunda, es decir, nuestra actual sociedad avanza constantemente, día con día, en materia de conocimiento y pensamiento. Ante ello el sacerdote católico no debe quedarse fuera, es de vital importancia que esté preparado en el área intelectual, claro sin descuidar las áreas: espiritual y humana, bases fundamentales de su ministerio, para poder dar respuesta a las innumerables interrogantes que el hombre de hoy se plantea a sí mismo y a la Iglesia. Es el reflejo de la conciencia de que no podemos quedarnos atrás, por el contrario, debemos estar en una constante actualización y formación, para así poder ser capaces de llevar el Evangelio a los hombres, no sólo de campo sino también a los hombres de laboratorios y universidades.