Todo hombre en su vida se pregunta por el sentido de la vida, ¿a dónde va?, ¿para qué vino al mundo? Interrogantes que sólo se pueden responden en Dios, ya que, Él ha creado a cada persona, y no es una casualidad o un invento que le haya dado el existir, debido a que todo hombre tiene una misión, una tarea. Por eso, el que Dios le haya dado vida a cada persona, es un regalo y al hombre le toca responder con su vida, descubriendo su sentido.
Bien lo expresó el papa Benedicto XVI en la XLIX jornada de oración por las vocaciones: «La verdad profunda de nuestra existencia está, pues, encerrada en ese sorprendente misterio: toda creatura, en particular toda persona humana, es fruto de un pensamiento y de un acto de amor de Dios, amor inmenso, fiel, eterno». Es decir Dios nos ha creado a cada uno por amor, simplemente por ese motivo nos ha dado la vida y Él, deja en libertad a la persona para que lo siga o lo desprecie.
Dios siempre habla por medio de signos, personas o acontecimientos que puedan ocurrir en la vida y quizá llegan a cimbrar a la persona, pero la mejor manera de escucharlo es por medio de la oración. Este es el momento donde se hace ese coloquio entre el hombre y Dios, acción en la cual se le habla con el corazón al Señor a quien el hombre escucha por el don de la fe.
La humildad juega un papel muy importante para ponerse en actitud de escucha: es por medio de ella que se está dispuesto a hacer lo que Dios le pide al hombre, y lo podemos constatar en los santos, hombres y mujeres que han luchado por vivir el mensaje de Dios, su evangelio, convertirse en hombres felices y así darle el sentido a su vida en este mundo. Si no dejamos que Dios actué y se haga su voluntad, se puede caer en lo contrario de la humildad: la soberbia, es decir, creer que no se necesita de Dios, sentirse superior ser indiferente ante Él, creyendo que los logros obtenidos en la vida son gracias al propio esfuerzo, se busca el poder, la riqueza, de una forma que no le importe hacer menos a su hermano solamente le importa su bienestar, vemos el ejemplo de Adán y Eva que se dejaron llevar por la voz de la serpiente que les decía que iban a ser como Dios y que iban tener poder y sucedió que fueron expulsado del paraíso.
Por eso el hombre no debe de dejar de lado a Dios en su vida, puesto que es Él quien da el sentido su existencia y quien le hace feliz. Se requiere siempre humilde para poder escuchar lo que Él quiere dar a conocer a cada persona, así como la virgen María lo hizo siendo la más humilde y reconociendo que era la voz del Señor; Ella, al aceptar el ser Madre de Jesús en esa misión que Dios le encomendaba, respondió: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» (Lc 1,38). Así como ella respondió con un sí a Dios, le toca al hombre escuchar la palabra Dios y decir que sí, para que goce de su vida y responda a la vocación que se le llama, disfrutando con alegría cada momento, aceptando ese regalo que Dios otorga al hombre el don de la vida.