El pasado mes de julio el Papa Francisco se reunió con millones de jóvenes en la hermosa ciudad de Rio de Janeiro para celebrar y participar en la vigésima octava edición de la Jornada Mundial de la Juventud, JMJ. Hola, mi nombre es Luis Guillermo y me encantaría compartir un poco de mi experiencia en esta JMJ. Han pasado ya dos meses de este gran evento, sin embargo, esta es una gran oportunidad para revivir y recordar el mensaje que el Papa Francisco nos dirigió a los jóvenes de todo el mundo. Recordemos que nunca es tarde para anunciar la buena nueva y compartir nuestra fe.
Por parte de la Diócesis de Zacatecas asistimos trece jóvenes de distintos lugares: Guadalupe, Zacatecas, Pinos, Calera, Huejúcar; pertenecientes a la Pastoral Juvenil, a cargo del Pbro. Edgar Torres. Nuestro Obispo Don Sigifredo Noriega nos encomendó representar a la juventud zacatecana en esta JMJ. El Seminario Conciliar de la Purísima Concepción no se quedó atrás, pues junto con mi compañero Rubén Mendoza Menchaca, de segundo de Filosofía, tuvimos la oportunidad y responsabilidad de representar orgullosamente a nuestro Seminario en tierras brasileiras.
El 11 de julio fuimos recibidos con gran ánimo en la ciudad de Sao Paulo, los jóvenes nos contagiaron inmediatamente de su alegría y nos hicieron olvidar el temor y la incertidumbre de llegar a un país distinto. La Semana Misionera fue la antesala para la JMJ, en la cual las parroquias de Nossa Senhora Das Dores y Santo Antonio nos abrieron sus puertas. Fue muy emotivo celebrar y participar en la Eucaristía, conocer cómo se vive la liturgia en aquellos lugares, escuchar el Padre Nuestro en portugués y el compartirles un poquito de México en la imagen de la Virgen de Guadalupe, del mismo modo como ellos nos compartieron su devoción por Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil. En esa semana pudimos ver reflejado el amor de Dios en aquellas personas y sentir el caluroso abrazo de la Fe que nos une.
La JMJ se acercaba, viajamos junto con algunos jóvenes de Sao Paulo a Rio de Janeiro, en donde Cristo Redentor nos esperaba con los brazos abiertos. Nos percatamos de que miles de jóvenes estaban movidos por el mismo espíritu que nosotros: el compartir la Fe. La Parroquia Salvador Do Mundo, en Guaratiba nos esperaba junto con muchos jóvenes de habla hispana.
La playa de Copacabana fue el escenario central en el cual se reunieron millones de jóvenes con el único fin de ver y escuchar al Papa Francisco, quien tenía esta misión tan sublime, heredada de Benedicto XVI. Jóvenes de Argentina, Alemania, Francia, Uruguay, Colombia, Italia, Perú, México, Estados Unidos, Venezuela, Ecuador… jóvenes venidos de todos los continentes, desfilaban con sus banderas y cantos, alegrando y llenando de color las calles, gritando y mostrando en sus rostros la alegría de estar ahí a pesar del frío, de la lluvia, carencias, sacrificios y del cansancio del camino recorrido.
En la ceremonia de acogida el 25 de julio, el Papa Francisco nos felicitó «por estar ahí, era una muestra de que la lluvia y el frio no son más fuertes que la Fe». También nos dijo que «él estaba ahí para llenarse de la energía de nosotros los jóvenes». Cientos de banderas ondeando. Un escenario imponente. Un hombre vestido de blanco con una gran sencillez, se encontraba con cada uno de nosotros, contemplando a la juventud de la Iglesia, la Juventud del Papa, todos reunidos en torno a Jesús.
El ver a Francisco en el Papamóvil, rompiendo con protocolos, cercano a nosotros, lo valía todo. Escuchábamos a un gran amigo a través de esos discursos humildes y con lenguaje sencillo. Nos hacía sentir en confianza y «nos invitaba a “poner fe” a nuestra vida para darle un nuevo sabor». Poner también esperanza y amor, poner a Cristo en nuestra vida. «El tener, el dinero y el poder sólo ofrecen un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices. La Juventud tiene que ser fuerte, alimentarse de su fe y no empacharse con otras cosas» a esto nos exhortó el Papa Francisco.
La noche de la Vigilia con el Papa, millones de jóvenes de rodillas y en silencio orabamos, en cientos de idiomas. Pasamos la noche ahí junto al mar, otros tantos lo hacían en las banquetas y en las calles cercanas. A la mañana siguiente en la misa de clausura recibimos la bendición del Papa quien nos envió de vuelta a nuestros destinos, con una gran misión encomendada a cada peregrino que estuvo presente: «id y hacer discípulos a todas las naciones» (Mt 28, 19).
En mi experiencia personal, pude constatar la universalidad de la iglesia. Comprendí que un sacerdote puede celebrar la Eucaristía en muchas partes del mundo, y aunque hable distinto idioma, la misa no perdería su esencia porque Dios entiende todos los idiomas. Que existen cientos de congregaciones con carismas distintos. Pero lo más importante fue que pude vivir y compartir mi fe con millones de jóvenes, y comprendí que nuestra Iglesia Católica no está pasada de moda, sino todo lo contrario, se vuelve joven cuando millones de jóvenes quieren encontrarse con Cristo y ser alimentados con su palabra. Se renueva cuando todos esos jóvenes llevan a sus naciones un mensaje de aliento a quienes lo necesitan y se sienten perdidos. Es ahí cuando vemos los frutos de las Jornada Mundiales de la Juventud, cuando cada tres años aumenta el número de jóvenes que quieren vivir esta experiencia. Una experiencia única, en donde unes lazos que van más allá de tu país, de tu color de piel, que sobrepasan la cultura y el idioma. Una oportunidad para hacer amigos, hermanos y nuevas familias, en la fe.
Tú joven, no te desanimes, sigue luchando en tu parroquia, en los grupos juveniles, en tu universidad, en tu casa, con tus amigos, lleva el mensaje que Cristo quiere que todos escuchen. Desde el lugar en donde estés conviértete en un discípulo más. Recuerda que la Iglesia necesita de tu energía y juventud. Pon a Cristo en tu vida. Anímate a vivir una experiencia con «millones de jóvenes que tienen un amigo en común: Cristo Jesús».
¡Nos vemos en Cracovia 2016!