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Encarnación: mirada de Dios

El mundo en el que nació el Señor Jesús es bastante complicado. Es el resto de un imperio salomónico, el sueño de un pasado, el sueño del reino de David, un gran libertador, imagen de un libertador mesiánico, al que esperaban para la reconstrucción del reinado de David.

Habrá varios pretendientes a Mesías, un gran guerrero como Alejandro Magno, gran conquistador, como Ciro quien libró  a los israelitas del imperio babilónico, como Moisés el gran libertador; así lo esperaban. Pero la respuesta de Dios era otra, un niño que llora, un ser indefenso qué podrá hacer ante la guerra, ante la gran necesidad de la salvación.

Es curioso como en la fragilidad de un bebé Dios nos ofrece la salvación, pareciera como si se burlara de nosotros o será que ve lo que no somos capaces de ver. ¿Qué ve Dios en ese niño? Es solamente un niño, su madre también es apenas una chiquilla de no más de 15 años, que le cuenta a José que está embarazada. José un hombre, que según la tradición era un anciano. Si una niña de hoy le cuenta a su madre que está embarazada, ¿ésta le creería inmediatamente todo? 

Pero José vio en ella algo más, quizá con ojos enamorados, con la esperanza que le contará la verdad, quizá soñó y recuperó la vida, quizá le hizo caso a sus propios sueños.

La respuesta divina a la guerra del mundo no es otra guerra, es una apuesta al amor, y hay que seguir apostando al amor. La respuesta divina al legalismo del mundo, porque María debería morir según la ley, es la contradicción, un niño nacido fuera del mundo, fuera de la ley del mundo.La respuesta divina ante la desconfianza, ante la muerte, es la capacidad de soñar.

Quizá Dios soñó cómo serían las cosas, quizá un sueño cambió todo, como cambió la vida de Adán que al despertar ve a Eva y dice esta es la mujer de mis sueños. El mismo sueño de transformarlo todo. El sueño audaz como José, de ver más allá de la sospecha, apostar por más allá.

La Trinidad viendo el mundo como se autodestruye, el Hijo decide encarnarse y soñar transformarlo. Como los magos siempre errantes, capaces de venir desde el extremo del mundo persiguiendo una estrella. Si los magos no le hubieran hecho caso al sueño no estaríamos aquí, pero decidieron seguirlo.El sueño nos mantiene atentos, nos ayuda a discernir; un sueño es constructor.

La encarnación no es solamente sueño, es también seguimiento y puesta en práctica. Por la encarnación ¿Podemos seguir soñando? ¿O ya perdimos la capacidad de soñar?.

Podemos decir que hay tres clases de sueños:

  • Soñar que el mundo aprenda que sólo el amor tiene la respuesta.
  • Soñar que no podemos seguir estancados, que es necesario levantarse y hacerla caso a nuestros sueños.
  • Soñar que un buen día ni una sola vida se pondrá más en peligro, que todo cambiará.

Probablemente el cristianismo sea para muchos sólo un sueño, una utopía, pero para nosotros el sueño nos tira a dejar la vida, acompañar a los migrantes a defender la vida tanto la que está por nacer como la que está por terminar.

Si José era un miedoso al hacerle caso a sus sueños posibilitó muchas cosas.

Lo que no podemos soñar es que Dios creará sin nuestro trabajo; no podemos sentarnos y solamente esperar que Dios milagrosamente haga incluso lo que tenemos que hacer nosotros. Comparte nuestro nuestro sueño, o compartimos su sueño, un sueño como aquel de sentarnos un día a una mesa juntos en un gran banquete.

Qué nos promete Jesús con su encarnación, un banquete igual para todos, donde no habrá preferencias, sin mejores lugares, sin mejores puestos, porque al hacerse igual que nosotros, nos hace iguales entre nosotros y también con Él.

Sin embargo la puerta es estrecha, no hay títulos, al contrario los títulos que te inflan te pueden impedir pasar, o aquellos títulos que te crecen son los mismos que no te dejarían entrar, es precisamente la misma puerta para todos.

Nos han dicho que la recompensa es estar con Dios, por eso es sueño, a veces nos hace caer en un letargo tan profundo o recoger todo para ir a donde más nos necesitan, como José que confiando en el sueño recoge todo y parte una y otra vez.

Encarnación es, pues, un sueño que nos mueve a trabajar con la misma confianza de aquellos que lo han seguido; con la misma confianza con que José y María escucharon a Simeón y a Ana, con la misma confianza con que Jesús perdona a una mujer, con la misma confianza de Abraham que cree que Sará podrá tener un hijo a pesar de sus años.