Categories: Sin categoría

III DOMINGO DE PASCUA

Estamos ya en este domingo tercero del tiempo de pascua y nuevamente se vuelve a vivir dentro de la comunidad la presencia del resucitado.   Es algo que se desborda dentro de la liturgia con un texto que tomado de san Juan se vuelve colorido por las circunstancias físicas que lo rodean y al mismo tiempo sugestivo por el sentido de las palabras que llegan hasta lo profundo de los discípulos y también para los creyentes.

A los acontecimientos dolorosos de la Pasión, ha llegado la desbordante alegría de la presencia viva de Jesús. Y no es menos en este domingo donde nos narra el evangelio que otra vez Jesús se apareció a sus discípulos, en circunstancias muy especiales. Y sigue siendo el protagonista de este domingo.

Lo primero es que Simón, aunque ya había tenido la experiencia de Resucitado, pareciera que pierde el entusiasmo y regresara al mismo lugar donde todo había comenzado. Ante  el comentario que hace: “voy a pescar”, lo acompañan varios de los discípulos.

Lo segundo es la manera en que se desarrolla la escena de trabajo, no pescaron nada, el trabajo fue infructuoso.

Tercero el momento en que Jesús se presenta en la playa y les dice “¿han pescado algo?” y ante la respuesta negativa les dice que echen las redes a la derecha.  Ante el signo de la pesca viene el reconocimiento del Señor.

Y cuarto, viene la admiración por parte de los discípulos y las preguntas que Jesús le hace a Pedro: ¿Me amas? ¿Me amas? ¿Me quieres?  Pedro dirá que lo sabe todo, que sí. Y vendrá el seguimiento definitivo, hasta la muerte.

Recordemos que la primera lectura nos habla de las hostilidades que padecieron los discípulos por hablar de Jesús.  También veamos que fue un  testimonio valiente ante las prohibiciones de hacerlo. No pueden ahora contener la experiencia del resucitado en sus vidas. Ya no existe mas lugar para el acobardamiento, ya no más hay que tener temor y esconderse, se encuentran ahora llenos de la fuerza del Espíritu Santo. Van respondiendo incluso a los dirigentes del pueblo y les dicen que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres  y hablan de que Dios resucito a Jesús, a quien ellos mataron. Sin duda es un testimonio valiente.

Si echamos una ojeada a nuestra  vida de cristianos, de personas de fe, y más aun a nuestro mundo, diremos que hacen falta testigos. Testigos que no tengan miedo de hablar y hacer. Que no tengan miedo de promover y comprometerse. Démonos cuenta que detrás de nosotros hay personas que dieron su vida por Cristo, porque creyeron en El. Pensemos en los mártires, en los santos, en personas buenas que ni su nombre sabemos pero que amaron a Cristo. Personas que hicieron algo concreto. 

Es necesario ser testigo en un mundo que se experimenta distraído, inmerso en sus cosas, incluso en el temor. Hace falta que la parroquia, la familia, la persona, testigos, alegres, llenos de entereza.  Que promuevan la paz, la justicia, la caridad como signo del resucitado en un mundo egoísta y a veces hasta indiferente.

Que ante los restos e inseguridades de nuestro mundo, no nos desanimemos como Pedro, que se retira a su antiguo lugar. Que experimentemos la presencia de Cristo a nuestro lado. Que sintamos que nuevamente nos busca, nos invita a hacer caso a su invitación de arrojar las redes y se obtendrá buena pesca. Que se nos comparte en la eucaristía para renovar nuestras fuerzas. Que nuevamente nos vuelve a preguntar sobre el amor que le tenemos y que es tiempo de decir sin temor que lo amamos.

Es también hoy, que ante nuestros temores y fracasos, se nos hace presente El Resucitado en su Palabra, en la Eucaristía, para que se haga eficaz nuestro trabajo. Para dar fuerza y vigor a nuestra vida. Para espantarnos el temor, para ser más alegres.  Se hace presente para trabajar en su nombre, con humildad y confianza. Para poder decir como los discípulos: “testigos de eso somos nosotros y el Espíritu Santo”. Act. 5.32.

Que la alegría del Resucitado, nutra y edifique la vida de ustedes. Felices pascuas