-
Cree para entender, entiende para creer (San Agustín de Hipona)
Hablar de fe y razón en la actualidad es involucrarse en uno de los temas más controvertidos de la sociedad moderna, debido a que ambos conceptos no son comprendidos correctamente, y en consecuencia, son mal interpretados. El mundo moderno los ubica por separado sin saber que ambos están muy relacionados, y se necesitan mutuamente para poder ser, y a su vez para llevar al hombre la plenitud en su esencia así como para poder cumplir su cometido de ser guías en la búsqueda de la trascendencia.
La razón es la capacidad que tiene el ser humano de captar y aprehender todo aquello que le rodea, es la capacidad para conocer y abstraer lo que está fuera de él. El ser humano es un ser racional, ya que, sólo él posee esta característica que lo diferencia de los demás seres. A su vez el ser humano posee la fe, «es un acto de adhesión del intelecto a una verdad que en sí misma se escapa a nuestra inteligencia, pero que aceptamos por la autoridad de aquél que nos la propone» . Ambas son facultades que están enlazadas en lo más íntimo de sus significados, puesto que ambas conducen al hombre en la búsqueda que le es propia: alcanzar la verdad.
Debido a que el hombre es movido por esa inclinación al conocimiento de la verdad, se dice que es un ser abierto a la verdad. Este empuje del hombre se refleja en su afán por conocer el mundo que le rodea e intentar aprehender todo con su inteligencia, hacerlo ideas y conceptos, es decir, su razón interviene en él. En este continuo preguntarse el ser humano se da cuenta que sus sentidos y su razón tienen una vía propia de conocimiento, y que no todo lo que le rodea puede ser conocido por ellos, por lo cual abre el paso a la fe concretamente ante la Verdad que se nos es revelada. Pero como la fe necesita un sustento para que el hombre comprenda, es la razón la que interviene para hacerle al hombre más claro su camino con Aquel que esta fuera de nosotros. Hablamos pues de una fe razonada, y una razón que cree, como dos modos de conocimiento de la misma Verdad que se requieren, se complementan, se exigen en cuanto son actos del hombre.
Y es que en lo más profundo del corazón del hombre está el deseo y la nostalgia de Dios, es decir, las ganas de alcanzar la Verdad., la cual en la actualidad se ha querido encontrar en verdades pasajeras o relativas, es decir, otras cosas o personas, y se quiere suplir la fe en cosas mundanas. Sólo si el hombre reconoce que en lo más entrañable de su ser tiene el anhelo de alcanzar la Verdad y la Felicidad, es decir, el Absoluto; se dará cuentea que cuando en su corazón es quitado un absoluto, automáticamente ese hueco es ocupado por otro “absoluto” (Karl Jaspers).
Ante la realidad actual, el hombre está llamado a hacer de la fe y la razón «las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad» (FR 1). Es importante que como cristianos, no fijemos nuestra atención en una sola sino que profundicemos en las dos de manera íntegra para así hacer de nuestra vida diaria una respuesta humana que nos lleve a contemplar y a vivir en la Verdad, en Dios.