En la iconografía de la imagen de la Virgen de Guadalupe
Comenzamos el año con la solemnidad de María, Madre de Dios, dogma de fe que abraza nuestra vida cristiana de cada día al experimentar su maternidad en nosotros. La aparición de la Virgen María bajo el título de Guadalupe en nuestras tierras mexicanas es muestra el modo como se entreteje la maternidad divina de María y la nuestra. Recordemos que ella se presentó como «la Madre del verdadero Dios por quien se vive» a la par que nos expresa « ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?». Por ello, aunque la celebración de un aniversario más de sus apariciones fue en días pasados, vale la pena reavivar la predilección que la Madre de Dios ha tenido hacia los mexicanos.
Breve historia de su aparición
El 9 de diciembre de 1531, el indio san Juan Diego caminaba hacia Tlatelolco a escuchar la doctrina. Al pasar por el cerro del Tepeyac, se le apareció la Virgen María; Ella le dijo que era «la Madre del Verdadero Dios por quien se vive» y le expresó su deseo de que en ese lugar se edificara un templo para su veneración. Juan Diego se lo manifestó al obispo Juan de Zumárraga, quien, dudando de sus palabras, le pidió una prueba de que la aparición era verdadera.
La Virgen se presentó nuevamente a Juan Diego, pidiéndole que llevara al obispo unas rosas, las cuales fungirían como la prueba pedida. Aunque era imposible encontrarlas en aquella época del año, pudo hallarlas y llevarlas ante el obispo. Cuando fue con él para mostrarle la señal, dejó caer las flores que iban envueltas en su tilma y sobre ésta quedó estampada la imagen de la Virgen, que comenzó a ser venerada en el cerro Tepeyac, era el 12 de diciembre. Nuestra Señora de Guadalupe fue proclamada patrona de la ciudad de México en 1737, coronada como reina de México en 1895, declarada celestial patrona de América Latina por el papa san Pío X en 1910 y citada por Pío XII como “emperatriz de las Américas” en 1945.
Simbolismo de la imagen
Además de las palabras pronunciadas a san Juan Diego, la imagen de la Morenita sigue transmitiendo un mensaje a todos nosotros por medio del simbolismo que encierra, demos pie a conocerlo.
Es evidente que la Virgen procede del cielo pues el sol la luna y las estrellas y las nubes así lo indican, está rodeada por el sol, son 139 rayos que hacen resaltar la figura central. La Señora también indica que es de la tierra, pues sus vestidos, el color, las flores del cerro, los ríos representados en el agua que corre así lo indican.
Los colores básicos de la cultura azteca son cuatro: verde jade, rosa mexicano, blanco y negro. Estos cuatro colores se encuentran en el ayate y manifiestan plenitud, perfección, unidad y armonía. María no se presenta con un vestido diferente al de las mujeres aztecas: color rosa, con muchos encajes y adornos de flores; lleva una cinta ceñida a la cintura, símbolo de estar embarazada. El manto es signo del cielo y de poder, le cubre de cabeza a pies y es precisamente el color que usan las grandes majestades aztecas.
El rostro de María no es ni de una indígena ni de una española sino de una mestiza: tez trigueña, majestad atractiva, serenidad afectuosa, ojos claros, párpados entre cerrados que anuncian la aparición de una nueva raza formada por la mezcla de mexicanos y españoles.
La hermosa Señora tiene las manos juntas en actitud de oración. Es curioso que la mano izquierda aparezca más oscura que la derecha, siendo así que la luminosidad de túnica y manto es mayor del lado izquierdo; hay una inversión de luz. Se diría que ha querido presentarse con una mano indígena y otra española. En las mangas del vestido tiene adornos de armiño, señales de nobleza. En los puños lleva ropa de algodón blanco, símbolo de dignidad.
La Virgen María tiene su túnica bordada de flores que no son simples elementos de ornato; para los indígenas son jeroglíficos que narran la historia, simbolizan la tierra, montes que florecen, música, sonajas, corazones. Son símbolos vegetales, canto florido, lenguaje divino, símbolo de la virginidad y la vida. Las flores en forma de corazón representan la persona humana. Las flores-corazón tienen su raíz en el manto, es decir, en el cielo lo que significa que la Señora trae la Verdad. Las flores de ocho pétalos simbolizan pues, que son las mismas que adornan la escultura del árbol de la vida.
Hay sólo una flor de cuatro pétalos, pequeña por su tamaño, importante por la significación. Se halla sobre el purísimo vientre de María y representa: la plenitud, la vida, Dios, el movimiento, el universo, los cuatro rumbos del mundo, y el sol fuente de energía.
En el cuello y sobre el vestido, la Virgen lleva un prendedor que coincide con las cruces pintadas en las velas de los barcos de los conquistadores y con símbolo de la nueva religión.
El personaje que está en la parte inferior de la imagen se considera con mirada occidental y con mirada indígena. Para la mirada occidental se trata de un ángel, es decir, un mensajero; es el mensajero de la Virgen de Guadalupe. Para la mirada indígena se trata de un hombre con alas de águila, figura importante que constituían verdaderas órdenes religiosas militares. El color trigueño de su rostro lo asemeja a la Virgen María; el color de las alas es de los mismos colores de la vestimenta de la Virgen. En su mano derecha lleva el cielo, manto de estrellas, y en su mano izquierda la tierra, flores.
La imagen de la Virgen de Guadalupe juega con el cielo y la tierra: presenta su maternidad divina y la cercanía todos los hombres también como nuestra madre. Nos empuja a elevar los ojos a Dios, que se hizo hombre en el seno de María, a reconocer nos hijos en Cristo, inflama la fe y nos ha de ayudar a ser fieles a este amor materno que no es otra cosa que explicitación del amor que Dios tiene por cada uno de nosotros.