El trece de mayo
la Virgen María,
bajó de los cielos
a Cova de Iria.
Comenzamos el mes de mayo, dedicado de manera especial a la Santísima Virgen María. Es un tiempo de gracia en que la Iglesia nos invita a contemplar la grandeza de Dios Padre, que en atención a su Hijo Único le preparó una morada digna, María, en la cual se encarnaría por obra del Espíritu Santo.
María es la mujer a través de la cual Cristo, nuestra Gracia nos vino al mundo. Desde entonces María, llena de gracia, es mediadora para nosotros, sus hijos, de todas las gracias. Para un mundo que clama por la paz, María es la torre de salvación en al cual podemos refugiarnos y a la cual podemos acudir confiadamente para que, por su intercesión maternal, el Señor nos otorgue, el don precioso de la paz. “No como la da el mundo” sino una paz que sólo el Señor puede dar.
“El Santo Rosario
constante rezad
y la paz del mundo
el Señor dará.”
Dice uno de los cantos populares que recuerdan las apariciones de la Virgen cerca de Fátima, en cova de Iria. Estas palabras dirigidas a los tres niños videntes, hoy son dirigidas a todo aquel que sufra los azotes de la violencia.
Y todos nosotros de alguna u otra manera padecemos el mal de la violencia, aunque no seamos o hayamos sido víctimas directas de la delincuencia, si sufrimos del miedo y la inseguridad que tantos y tan crueles eventos suscitan.
Santo Rosario, “puerto seguro del común naufragio”, con que honramos a la Reina de la Paz tiene una múltiple finalidad. Contemplamos a Cristo en los misterios de su Vida, en compañía de su Madre, para también configurarnos con Él. La intercesión es un rasgo fundamental de toda oración, y quien mejor que la Santísima Virgen para interceder por sus hijos terrenales ante su Hijo Divino. Por eso la práctica del Santo Rosario ha sido tan promovida por distintos Papas, porque en él la Iglesia por medio de María consigue las gracias que necesita del Eterno Padre.
María, Reina de la Paz… Ruega por nosotros.