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Mi experiencia en el eremitorio

Mi nombre es Víctor Manuel Vargas. Soy seminarista y actualmente curso el primer año de Humanidades, Seminario Menor.
 
Como cada tercer sábado del mes, tuvimos un paseo. En esta ocasión tuve una experiencia muy hermosa en lo personal. El padre formador nos llevo de paseo al eremitorio de Guadalupe a conocer una vida muy diferente a la de un seminarista. Nosotros, como seminario, vivimos en comunidad, en cambio el eremita se encuentra, prácticamente solo, contemplando la naturaleza.
 
  
 
Me llamó la atención que no hay electricidad y no disfrutan de todos los bienes materiales que la mayoría de las personas tenemos; duermen en cuevas.  Ahí conocí a fray Pacifico y a fray Trino. Hombres de mucha fe y de oración. Lo que hacen en el eremitorio es oración y para realizarla es necesario estar en silencio. Llegando al eremitorio lo primero que hicimos fue prepararnos interiormente para ganar la indulgencia. Para esto es necesario subir 648 escalones meditando la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
 
Estando ya arriba, se presentó el  hermano fray Trino. Me pereció una muy buena persona y muy alegre. Yo me imaginaba que los eremitas eran diferentes, pero son igual que nosotros.  Nos platicó cómo fue que llegó a ser franciscano eremita. Nos dio una explicación de cómo viven y qué es lo que hacen. Después de eso, nos dieron la bienvenida. Entramos a su capilla y expusieron al Santísimo. Rezamos un Padre Nuestro y un Ave María. Después de un momento de oración delante del Señor, se me pidió que, en representación de todo mi grupo de primero, me quitara el calzado porque me iba a besar el pie como signo de humildad.
 
Yo estaba muy nervioso, me estaban sudando las manos. Nunca nadie me había dado una bienvenida tan especial.  Luego, él se hincó y me besó mi pie. Fue una experiencia magnifica. Me sentí en los tiempos de Jesús.Luego nos llevo a la gruta del niño, donde es un mini laberinto, pero está todo oscuro. No se ve nada. Esta experiencia nos ayudó a confiar en nosotros mismos, en donde tus manos sirven de ojo. Desde el punto de vista espiritual, se nos dijo que confiáramos en Cristo en donde las manos representan nuestra fe.
 
Gracias a Dios que si puede vivir esa experiencia. Me confié a Cristo. Sentí su presencia en mí. Sentí que Cristo iba a mi lado. Experimenté una gran paz interior inexplicable. Después de visitar la gruta del “Niño” nos  dirigimos a conocer la celda (así se llama la habitación de los eremitas). Todo fue un muy grato día.
 
Esta experiencia me dejó un muy buen sabor de boca, por que conocí una vida muy diferente a la de un seminarista, y sobre todo saber que Dios se encuentra en donde esta el silencio. Esto me sirvió mucho a mí para saber hacer una mejor meditación.