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Mi experiencia en el Jaralillo

Soy Jesús Alberto Gallegos Cabral, de  primer año de filosofía y quiero compartirles en esta ocasión mi experiencia pastoral en la colonia Jaralillo, de la capital. Este año cuatro seminaristas asistiremos todos los fines de semana a esta colonia que cuenta apenas con unos cuantos años de existencia, pertenece a la parroquia de la Sagrada Familia y está a cargo del Pbro. Margarito Hurtado Solís; aquí se ha comenzado a formar una comunidad parroquial desde cero, con unas cuantas personas y con su esfuerzo.

Todos los sábados después de comer en el Seminario mis compañeros y yo tomamos dos autobuses para llegar a nuestro lugar de pastoral, hacemos una hora de camino, y cuando llegamos hacemos una oración a Dios para encomendar nuestro trabajo y ser asistidos por el Espíritu Santo. Luego empezamos a invitar por las casas a la gente para que asista al Rosario, algunos temas, los niños a la catequesis y a la Misa dominical que se celebra. Al final de la colonia, a pie del cerro está un pequeño cuartito hecho de maderas y láminas, que sirve de capilla para poder celebrar ahí el gran milagro de la Eucaristía. En particular me sorprende cómo es que Jesús siendo Dios, Rey y Señor, se hace pequeño y sin importar el lugar donde el sacerdote pronuncie las palabras de la consagración, sea una catedral o este pequeño lugar, está ahí, con nosotros, sin importarle nada más que comamos su Cuerpo y formemos uno solo unidos a Él.

 

 En este lugar yo preparo a los niños que quieren recibir por primera vez a Jesús en la Eucaristía. También hay dos catequistas que generosamente, una de la parroquia y otra de la misma colonia, dan la catequesis a los niños pequeños. Y ponemos dinámicas y juegos para que se animen y pongan atención.

La labor pastoral es para mí como un preámbulo a la actividad pastoral del sacerdote, es decir, el lugar donde me preparo para desempeñarme en la vida de una parroquia y donde aprendo a relacionarme con personas de todas las edades, condiciones sociales, ideologías y formas de actuar. Al principio de estas actividades yo me ponía un tanto nervioso porque no sabía cómo iba a reaccionar  ante la gente y ellos ante mí. Siempre es un reto ir a lo desconocido, y da cierto temor, pero a la vez, hay en el interior un gran ánimo de ir a mostrar el mensaje de Cristo a todos, de ir a compartir la fe, de enseñar la Palabra en que creemos. Es curioso que a pesar de las dificultades que puedan presentarse en esta área (la pastoral) siempre quedará una satisfacción de estar con el hermano que lo necesita, de llevar a Cristo con la simple presencia del que le sigue, en este caso nosotros seminaristas, y creo que todas estas experiencias nos ayudan a conocer más al pueblo de Dios y sus necesidades en este tiempo que nos ha tocado vivir, nos ayudan a ser más humanos, a crecer en nosotros la caridad y la solidaridad, el “hacerse uno” con los demás, en la alegría, en la tristeza, en la abundancia y en la austeridad, y todo esto para llegar a ser buenos sacerdotes que estén listos para servir.