La misión universal de la Iglesia y la acción misional de la Iglesia
Muchas son las ocasiones en que hemos escuchado las palabras: misión y misiones. Inmediatamente se nos viene a la mente la imagen del sacerdote en tierras de misión, más concreto, en África. Así, misión se identifica con África o algún otro lugar donde están sacerdotes o religiosas haciendo iniciando el proceso de la evangelización. Pero ¿Es lo mismo misión y misiones? ¿Están en pugna? ¿Qué es la misión y qué son las misiones?
Para responder a estas cuestiones es necesario hacer algunas precisiones para tener bien clara la diferencia entre misión y misiones, que no son dos realidades de la Iglesia, sino dos dimensiones de un mismo acontecimiento.
La misión la vamos a entender como el envío de Jesús a los apóstoles, y las misiones son la acción de la Iglesia para anunciar el evangelio a las naciones donde no ha llegado el mensaje.
1.- La misión universal de la Iglesia
La misión en cuanto tal tiene como fuente a Dios, pues en la realidad interna de la Trinidad se dan las misiones, es decir los envíos. El Hijo es enviado por el Padre y Él envía a los apóstoles a predicar el evangelio.
Una de las cosas que debemos tener claro es que «no hay sino una sola misión: se trata de la misión de Dios, que por pura gracia, Él ha compartido con la Iglesia». Por la misma razón la Iglesia no tiene una misión propia distinta de la de Dios, sino que es invitada a tomar parte en la misión divina.
Así la misión de la Iglesia tiene como fundamento bíblico el envío misionero del Señor, que encontramos en los evangelios (Mt 28, 19-20; Mc 16, 15-18). Por eso, la Iglesia es misionera por naturaleza (AG 2). Esto significa que los apóstoles son los encargados de prolongar la misión del Señor en la tierra.
Así la misión consiste en llevar el anuncio de la Buena Noticia a todas las naciones, pero ya no es una doctrina, sino una persona. «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» . Esto es la persona misma de Jesús.
Esta misión se prolonga a lo largo de la historia e intenta abarcar toda la realidad eclesial, por ello, la Iglesia, al ser consciente de su esencia misionera, emprende acciones para llevar el evangelio a esos lugares a los que no ha llegado evangelio.
La misión abarca a toda la realidad eclesial, por eso, los documentos misioneros señalan algunas dimensiones en las que se concretiza la misión. Estas son las dimensiones: cura pastoral, nueva evangelización, diálogo interreligioso, ecumenismo y misión Ad Gentes.
Lo más importante para nosotros es que debemos comprender que la misión abarca todas estas dimensiones, ellas están relacionadas y una siempre implica a las demás. Una forma incorrecta de entender la misión nos ha llevado hacer una identificación entre «misión» y la dimensión Ad Gentes de la misión. Esto es un reduccionismo, pues se toda la riqueza de la misión se concentra en una dimensión olvidando las demás.
2.- Las Misiones
Lo que nosotros llamamos misiones, es la dimensión Ad Gentes de la misión. Pues esta es la acción mediante la cual la Iglesia se hace presente con el mensaje del Evangelio en países no católicos.
La misión ad gentes, «se trata de una actividad primaria de la Iglesia, esencial y nunca concluida. En efecto, la Iglesia no puede sustraerse a la perenne misión de llevar el Evangelio a cuantos -y son millones de hombres y mujeres- no conocen todavía a Cristo Redentor del hombre. Esta es la responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado y diariamente vuelve a confiar a su Iglesia» (RMi 50).
Esta actividad se distingue de las demás actividades eclesiales, porque se dirige a grupos y ambientes no cristianos, debido a la ausencia o insuficiencia del anuncio evangélico y de la presencia eclesial. Por tanto, se caracteriza como tarea de anunciar a Cristo y a su Evangelio, de edificación de la Iglesia local, de promoción de los valores del Reino. La peculiaridad de esta misión ad gentes está en el hecho de que se dirige a los «no cristianos». Por tanto, hay que evitar que esta «responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado y diariamente vuelve a confiar a su Iglesia», (55) se vuelva una flaca realidad dentro de la misión global del Pueblo de Dios y, consiguientemente, descuidada u olvidada.
En conclusión, la misión es el envío por parte del Señor a los Apóstoles a anunciar el evangelio a todos los hombres de la tierra. Las misiones por el contrario, es la dimensión ad gentes de la misión. Así no hay contradicción, sino que una es parte de la otra, es continuación y una manera concreta de hacer presente a Cristo en el mundo.
Lecturas complementarias:
Número 2 del Decreto Ad Gentes.
Redemptoris Missio 26.