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NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

« ¿Con qué tu eres rey? Sí, como dices, soy rey»

Con esta solemnidad llegamos al final del año litúrgico, en el que hemos contemplado, vivido y celebrado el Misterio de Cristo: Encarnación, Nacimiento, Anuncio del Reino, Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión al cielo. Y la Iglesia nos invita a culminar este ciclo, precisamente contemplando a Cristo como Señor de la historia, rey supremo, fundamento de toda la creación.

El término “rey” puede parecernos un poco alejado de la realidad; de hecho, en nuestras sociedades modernas ha desaparecido casi por completo esta figura y, donde aun existe, sobre todo en Europa, se trata de un personaje, pudiéramos decir  simbólico, que nada tiene que ver con la vida política y económica de un país. Reinan, pero no gobiernan. Sin embargo, la Palabra de Dios nos presenta a Cristo como rey del universo. De hecho la pregunta  de Pilato da pie para que Jesús afirme con gran fuerza: «Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo». Pero el reino de Jesús «no es de este mundo», es decir, él no está rodeado de lujos y ostentación, no lleva sobre su cabeza una corona de oro y diamantes, no está sostenido por un ejército, no expande su dominio mediante la fuerza, no es tiránico ni déspota.

Jesús es rey porque vino al mundo «para dar testimonio de la verdad», este es el camino mediante el cual ejerce su realiza y establece el Reinado de Dios entre los hombres; Jesús es el testigo por antonomasia de la Verdad de Dios, más aún, Jesús mismo es la Verdad, la Verdad es todo su ser, en cuanto es y actúa para la salvación de los hombres. Jesús nos muestra con sus palabras y acciones, pero sobre todo con su muerte y resurrección,  la verdad del amor de Dios y la verdad del hombre mismo, pues «Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» (GS 22).

La invitación de Jesús es a que seamos de la verdad, pues sólo así escucharemos su voz, «ser de la verdad» es una actitud del corazón, que se traduce en una manera de vivir en todas partes y en todos los tiempos. Son los limpios de corazón, los que trabajan por la paz y la justicia, los misericordiosos, los que proclaman al mundo las maravillas de Dios, pues el reino de Jesús es de la verdad y de la vida, de la santidad y de la gracia, de la justicia, del amor y de la paz. Jesús nos invita a escuchar su palabra, a ser de la verdad, es decir, a participar ya desde ahora de su reino y ser nosotros mismos colaboradores en la instauración de este reinado de Dios en el mundo.

Que nuestra participación en la Eucaristía nos ayude a reconocer cada vez mejor la realeza de Cristo, Señor del universo, y a tratar de cooperar cada  vez más al establecimiento de su Reino verdadero en nuestro mundo.