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Oremos por la unidad de los cristianos

Tradicionalmente, la Semana de oración por la unidad de los cristianos se celebra del 18 al 25 de enero. Estas fechas fueron propuestas en 1908 por el padre Paul Wattson, anglicano converso al catolicismo, cuya iniciativa recibió la bendición papal,  para cubrir el periodo entre la fiesta de san Pedro y la de san Pablo.

El Papa puso como tema este año: «Lo que el Señor exige de nosotros», inspirado en un pasaje del profeta Miqueas (Cfr. Mi 6, 6-8). Y nos invitó a orar en esa semana por la unidad de los cristianos, pues esta unidad no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que viene de lo alto. Debemos orar siempre, pero ahora con mayor esfuerzo.

Este octavario debe ser ante todo un tiempo de oración y dialogo entre las distintas comunidades cristianas, es decir, las que creen en Cristo como Dios, para llegar a lo que la iglesia llama “unidad de los cristianos”. Y más aun, de ser posible la unión de todos los que creen en Dios, pues es deseo del Hijo el “que todos sean uno. Como tu Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en  nosotros para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn. 17, 21). Pues el Hijo encarnado, por su cruz, reconcilió a los hombres con Dios, restituyendo la unidad de todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo. 

El hombre es un ser religioso por naturaleza, en su corazón está el deseo de la verdad que es Dios. Y ese deseo existe porque Dios existe, y Jesucristo es Dios, y todos los que creemos en El, formamos un solo cuerpo. Pero aunque Dios nos une en Cristo, los errores de muchos hombres, a veces no sin culpa de personas de ambas partes, se han encargado de causar divisiones entre los hermanos, muchas veces alejándolos de la verdad y poniendo en peligro la credibilidad del mensaje del Evangelio, lo cual nos trae el problema de ¿Cómo podemos dar un testimonio convincente si estamos divididos? Es por esto que esta unidad debe buscarse porque aunque muchos nos llamamos cristianos y lo somos de diferente forma, el único Cristo fue el que fundó la única iglesia hace casi dos mil años. Esta única iglesia de Cristo, nuestro salvador, después de su resurrección la entregó a Pedro para que la pastoreara, y hoy es guiada por el sucesor de San Pedro, el Vicario de Cristo en la tierra, y por los obispos en comunión con él. Pero la Iglesia no está gobernada por Pedro, Pablo o Juan, sino por el Espíritu Santo.

La unidad exige que nos dejemos transformar a imagen de Cristo, pues solo El es capaz de transformarnos. Esta tarea ecuménica debe llevarnos a todos a crecer en la comunión parcial entre los cristianos, y a la comunión plena en la verdad y en la caridad. 

Este camino hacia la unidad es un trabajo que concierne a la iglesia entera.  No solo a los pastores sino también a los fieles. El objetivo de este movimiento es buscar lo que nos une, sin ceder en cuestiones de fe y moral, pues la gran riqueza de la diversidad  no se opone a la unidad de la iglesia.

El catecismo de la iglesia católica en el número 821 dice que para responder a este llamamiento se exige: Una renovación permanente de la iglesia en una fidelidad mayor a su vocación. Siendo el alma de esta el movimiento hacia la unidad; Una conversión de corazón; la oración en común, ecumenismo espiritual; El fraterno conocimiento reciproco; La educación ecuménica de fieles y sacerdotes; el dialogo entre teólogos y encuentros entre los cristianos; la colaboración entre cristianos al servicio de los hombres.

En el Seminario nos unimos en oración a través de la liturgia de las horas y de manera especial en la Eucaristía. Asimismo el día viernes 25 de enero se llevó a cabo la celebración de la fiesta de la conversión de san Pablo en la etapa del curso introductorio diocesano de donde es patrón.