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PASTORAL DE LA SALUD

Entre las actividades pastorales que me ha tocado realizar, sin lugar a dudas un lugar muy especial lo ha ocupado la pastoral de la salud.

La visita a enfermos en los hospitales me ha sacado de mi comodidad, me ha mostrado el rosto sufriente de Cristo. Llegar al hospital es todo un desafío; no sabes con quien te vas a encontrar: puede recibirte una persona que ha recobrado la salud o que su enfermedad no es tan grave; o rechazarte una persona a la que no le dan esperanzas de recuperarse; puedes encontrar a una persona piadosa que reconoce en ti a un enviado de Dios, que le lleva palabras de consuelo; o tropezarte con personas resentidas con el Creador por la situación en que se encuentran. Puedes encontrar flores en el camino, las flores de tantas personas que agradecen que nos hayamos dado tiempo para visitarlas, o piedras en el zapato, en realidad han sido pocas, de personas que no comulgan con nuestra fe y por eso nos rechazan y a veces nos critican.

Esto que sucede con los enfermos y sus familiares, ocurre de manera semejante con el personal del hospital: muchos enfermeros y médicos nos sonríen y nos permiten realizar nuestra labor, ellos mismos se acercan a nosotros pidiendo que intercedamos por ellos para que el Médico de cuerpos y almas los ayude a sanar a tantos enfermos. A algunos pocos no les gusta que “entretengamos” a los pacientes o que “estorbemos” en lo que sólo ellos saben hacer.

Sin duda, los recibimientos amables han sido muchos más que los rechazos esquivos, y aunque no fuera así valdría la pena seguir visitando a los enfermos, intentar tocar las puertas de su corazón para llevarles la Buena Nueva de la salud, el mensaje de amor de nuestro Señor que siempre vio de frente a los enfermos y los asistía. Seguro estoy que no podemos hacer nada medicamente por ellos, pero estos cinco meses visitando el hospital general del ISSSTE me han convencido que basta nuestra presencia para que los enfermos se animen un poco, basta platicar con ellos para hacerles llevadero el tiempo de espera, que en ocasiones se prolonga por meses, basta estar con ellos un momento, porque en no pocos casos están abandonados, basta escucharlos para que saquen toda la tristeza, preocupación o rencor que traen dentro de sí, enfermos y familiares, dejar que se desahoguen con uno y queden más tranquilos y reconfortados con las palabras que el Espíritu Santo nos inspira a comunicarles.

En algunos casos los mismos médicos nos han pedido que recemos por tal o cual enfermo, que ya está agonizando, y es satisfactorio ver las caras de consuelo y santa resignación de los familiares, que agradecen lo que hacemos y ponen en manos del Todopoderoso la vida de sus enfermos y aceptan su voluntad aunque de momento tengan que sufrir un poco. Es bonito cuando las personas en cuanto nos ven nos piden una oración, o un libro ayudados del cual puedan rezar, o mejor aún nos piden la comunión. Una experiencia fuerte, mucho dolor hemos contemplado en ella, pero más aún ha sido la fe tan grande de tantos enfermos, que a pesar de sus dolorosas y largas enfermedades, con una sonrisa en el rostro y con la fe bien cimentada en Dios, dicen: que sea lo que mi Padre Dios quiera.

Agradezco profundamente a Dios que me ha permitido esta vivencia, la considero providencial en esta etapa de mi formación, agradezco a los enfermos y a todas las personas que en ella me he encontrado por su testimonio de amor a Dios. Que María, Salud de los enfermos nos sostenga para seguir realizando esta pastoral con amor y entrega.