La historia que el Seminario ha escrito es la historia de la Iglesia; es el cúmulo de historias vocacionales de tantos hombres que han entregado su vida al Señor; es seguir las huellas de todos aquellos que han pasado por el Seminario, no como añoranza, sino como oportunidad de aprender y renovar nuestro paso hacia la santidad.
Uno de tantos hombres que han alcanzado dar fruto, y que germinaron en este semillero es Don José Esaúl Robles Jiménez, quien hacia el año 1962, escribió: «La voluntad del Señor nos separa físicamente y nos une más espiritualmente». El contexto de estas letras se desarrolla en medio de un saludo que él envía a los lectores de Crestón, que entonces era la revista del Seminario de Zacatecas, desde la diócesis de Tulancingo, de la cual había sido nombrado obispo. Hoy, 18 de octubre de 2013, hacemos presentes estas palabras, ya que, es el XX aniversario luctuoso en que, según el designio del Señor, Mons. Esaúl pasó a celebrar ininterrumpidamente las bodas del Cordero en la Patria Celestial, siendo obispo de Zamora por 18 años.
Nace el 4 de junio de 1925 en la «Perla de los cañones», Jalpa, Zacatecas. Hijo de D. J. Refugio Robles y Dña. María de Jesús Jiménez, quienes siempre se mostraron atentos en su educación cristiana, cultivando, sin saberlo, la vocación sacerdotal que el Señor había depositado en él. Esta semilla mostró importantes signos de maduración con su decisión expresa de ingresar al Seminario de Zacatecas, aspiración que se vio realizada, atención en la fecha, un 18 de octubre de 1936. Fue recibido por el Pbro. Antonio Vela Godina.
Las virtudes que le caracterizaron fueron: la firmeza en sus decisiones, la alegría y el entusiasmo en su diario vivir, la asertividad en sus consejos, la capacidad de convivir sanamente con todos, el gusto por el estudio y el deporte, la paciencia, serenidad en el trato a todos y la responsabilidad, por mencionar algunas.
Su formación en el sacerdocio se desarrolló en varios ambientes: de Ojocaliente a Zacatecas, Montezuma y Roma. Fue ordenado sacerdote el 2 de abril de 1949 en la Ciudad Eterna. Vuelve a México en calidad de Doctor en Teología, y comienza su ministerio como vicario de aquél que le había recibido en el Seminario, el Pbro. Antonio Vela, quien con mucho cariño en una ocasión le externó «tú llegarás a Obispo, Esaúl; yo me conformaré con llegar a ser simple canoniguillo», con lo cual profetizó el plan que el Señor entretejía para el entonces Pbro. Esaúl.
De la parroquia pasó a trabajar a lo que se llamó el Instituto Hacendario de Zacatecas, creado con el fin de apoyar la construcción del Seminario Diocesano. Desde este lugar inició su intensa labor a favor del «Semillero» de vocaciones, ya que, aunado a esto, fue prefecto general del Seminario por un tiempo de 6 años y después rector años, de 1960 a 1962, tiempo en que fue nombrado obispo.
Su empeño quizá pueda medirse por obras materiales realizadas, sin embargo, la formación de los sacerdotes es el mejor testimonio que de su entrega puede haber, y que se hacen tinta en las entrañables palabras plasmadas en las hojas del Crestón:
«Él [D. Esaúl Robles] quería una Ciudad de los Niños. Como todo sacerdote nuevo venía cargado de proyectos. Había soñado con fundar su Ciudad para muchos niños zacatecanos abandonados a la miseria. Pero el 25 de diciembre se encontró algo que estaba muy lejos de parecer una Ciudad. Una casona vieja de siglos, aún elegante y hermosa. Adentro un centenar y medio de muchachos sacados, no de la miseria sino escogidos para el sacerdocio. Aquella Navidad despertamos con el mejor regalo, un Prefecto general nuevo, un sacerdote joven y entusiasta. El P. Robles se puso luego a un escritorio y comenzó a trabajar en su Ciudad. Y nosotros, hechos de verdad niños por el espíritu navideño y por la alegría de aquél espléndido regalo, comenzamos a vivir una vida nueva. Era la Navidad de 1954 y los que la vivimos en el Seminario de Zacatecas, sabemos que no podremos olvidarla…».
En su XX aniversario luctuoso y en nuestro 144 aniversario de fundación, nosotros tampoco podemos pasar desapercibida su vida: es hijo de esta tierra, de esta Iglesia, cristiano y sacerdote de este Seminario que se abrió a la Iglesia Universal. Don Esaúl, el de los días 18, sigue trabajando como el fermento en la masa, de un modo invisible, callado, sereno y paciente, de igual manera como el Reino se extiende en el mundo por la acción de Dios.
Y es que pensando cómo escribir acerca de Mons. Esaúl Robles me acerqué al mayordomo de nuestro Seminario, le pregunté: “Don Fortino ¿usted conoció a don Esaúl Robles?”, mi primer respuesta fue una gran sonrisa a lo que añadió “Claro que lo conocí, si él fue el que me trajo hasta Zacatecas… estuve con él hasta que lo nombraron obispo”. ¡Quién lo pensaría! Don Esaúl está más cerca de lo que creía, estoy seguro que su vida sacerdotal es reflejo de la entrega del Señor por su Iglesia, esto es lo que encarna el Formando Pastores, que el Seminario de Zacatecas se propone desde hace 144 años.