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V DOMINGO CUARESMA

“CREA EN MI, SEÑOR, UN CORAZÓN PURO”

Queridos hermanos, estamos ya iniciando el segundo bloque de la Cuaresma, camino hacia la Cruz, hacia la Pascua, a la Renovación Pastoral; estamos ya abordando en el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios e Hijo del hombre. 

Jesús anuncia su “Hora” como ya presente, inaugurada con la llegada de los prosélitos griegos (paganos simpatizantes de la religión judaica) que buscan ver a Jesús. Esa búsqueda interesada por estos personajes refleja la actitud de toda persona de “hoy” que quiere tener contacto con Dios, de vivir personalmente un encuentro con el Señor Jesús. La hora ha llegado: Este es el tiempo propicio, es la hora de la salvación (2Co 6,2). Este es nuestro tiempo, el tiempo de la Iglesia, de nuestra renovación por el misterio pascual en nuestra vida diaria, en nuestra familia y comunidad. 

Jesús proclama la victoria de la Gracia sobre la muerte y el pecado mediante el misterio de la glorificación del Nombre de Dios en la persona del Hijo del hombre. Esta victoria es cantada en el Apocalipsis: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte. Por eso, regocijaos, cielos y los que en ellos habitáis». (12,10-12a). Jesús refleja este misterio con el signo del grano de trigo que tiene que morir para dar fruto, generar vida; semilla que tiene que germinar en el amor autentico y en el constante seguimiento de la persona de Jesús. Morir al pecado para vivir en la gracia de Dios… esa es la misión y tarea de todo fiel cristiano a la cual estamos llamados a realizar en esta cuaresma/pascua 2015. 

El misterio de la glorificación es el misterio de la Cruz, el misterio del Juicio, el misterio de la Renovación universal, el misterio de la Resurrección. Jesús realizará esta glorificación con su sacrificio en el ara de la cruz, por medio de su perfecta obediencia al Padre, como lo atestigua san Pablo en su segunda lectura, obediencia que se convierte en una entrega de amor por nosotros, atestiguada por la voz del Padre; trayendo como consecuencia la decadencia del reino del mal y el resurgimiento del reino de la vida y de la gracia. Esta es la nueva y eterna Alianza que traza Dios Padre en su plan salvífico, realizada por Cristo, renovada en nuestro corazón y testimoniada con nuestra vida diaria. Esta Alianza se hace presente principalmente en el Memorial del sacrificio de Cristo en el sacramento Eucarístico, celebrado en cada misa. 

Esta es la hora, la hora del Reino de Dios, la hora de la Iglesia, nuestra hora, en la que se nos invita a morir con Cristo y a resucitar con él a una nueva vida, una nueva actitud, un nuevo “yo” dentro de esta sociedad. Acerquémonos al Jesús de la Cruz, al Jesús que está en medio de la gente, de los necesitados y excluidos. Acerquémonos, pero con una actitud humilde, reconociendo nuestra debilidad y faltas, buscando conocer el misterio del amor de Dios presente en el corazón del prójimo. Acerquémonos como los prosélitos griegos que querían ver a Jesús, compartamos con él nuestra vida de cada día siguiendo sus pasos para estar con él, para amar como él, para morir y germinar con él como cosecha buena en los graneros del reino eterno. Así sea.