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V DOMINGO DE PASCUA

No se turbe su corazón; creen en Dios, crean también en mí

En medio de la alegría pascual seguimos avanzando en nuestro caminar cristiano, recorriendo, como lo hicieron los primeros discípulos, nuestro personal y comunitario itinerario de fe, pues creer en el Resucitado no es, de ninguna manera, una verdad presupuesta de una vez y para siempre, sino un continuo camino progresivo de la mano del Señor.

Llegamos al quinto domingo de Pascua y la Palabra de Dios, oportuna como siempre, nos invita a sacudir nuestra fe de todo aquello que nos impide creer realmente en Jesús, Señor de la historia. Se nos invita a dar un salto de calidad en nuestra fe y pasar de ser hombres religiosos (creer en Dios) para llegar a ser auténticos discípulos de Jesús, revelador del Padre. En los anteriores domingos fuimos testigos de encuentros verdaderamente transformadores, entre los discípulos y el Resucitado, encuentros personales y al mismo tiempo comunitarios, pues sólo en la Iglesia es que se tiene acceso total a Jesús nuestro Salvador. Al contemplar a los discípulos vemos hombres comunes, como tú y como yo, hombres en busca de verdad, de sentido y felicidad para su vida, hombres en momentos valientes, pero también cobardes y correlones, audaces y atrevidos, pero en ocasiones tímidos e introvertidos. La experiencia de la cruz marcó profundamente sus vidas, para muchos de ellos significó el final de toda ilusión y les fue realmente difícil abrirse a la novedad de la Resurrección, como puede pasarnos también a nosotros.

Tomás y Felipe, representan al discípulo que duda, que no acaba de creer en Jesús, que no ha dado ese paso de calidad en su fe, sigue anclado en una visión demasiado estrecha de Dios y de su acción en la historia. Pero, ante esa situación de duda e incertidumbre, las palabras de Jesús son realmente iluminadoras: «No se turbe su corazón», no pierdan la paz, no se desanimen, no se achicopalen. Pero ¿cómo no desanimarse ante el escándalo de la cruz? ¿Cómo no desanimarse ante las exigencias de Jesús? ¿Cómo creer que debemos comer su carne y beber su sangre para tener vida eterna? La respuesta esta frente a ellos, es el mismo Cristo, su persona y su mensaje: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida», es decir, yo soy el Camino precisamente porque soy la Verdad y la Vida.

Jesús se presenta como el Camino porque es la Verdad y la Vida, vale la pena confiar en el Señor, creer en él y seguirlo pues garantiza el acceso al Padre y la auténtica felicidad. Él y sólo Él es la clave de nuestra vida, pues es capaz de introducirnos a la vida divina, hacernos hijos de Dios, vincularnos estrechamente con el Padre y el Espíritu Santo, de tal modo que nuestra existencia se convierte en una existencia Trinitaria. Este es el auténtico cristianismo, nosotros creemos en el Dios de Jesucristo, el Padre bondadoso, que se ha dado en su Hijo Jesús y que nos ha enviado al Paráclito para actualizar en nosotros su obra salvadora. Por eso es que no basta con tener ciertos sentimientos religiosos o decir que creemos en Dios, debemos creer en Jesucristo, adherirnos a él y asumir el tipo de Dios, que nos propuso con su vida.