«Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas»
Sólo Dios es Santo, es Él quien llena con su perfección esta palabra. ¡Qué paradoja! El autor de la vida encarnado en Jesús, quiso experimentar el silencio de la muerte. Sin embargo, no es cualquier silencio, ya que éste viene lleno de asombro y de curiosidad, algo novedoso está por ocurrir…sólo queda esperar.
Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Dios, que es amor, sigue hablando a la humanidad, recordamos con gran alegría a Cristo, el Ungido, el Elegido, el cual con toda su voluntad como hombre y Dios quiso entrar en el silencio de la humanidad. Este entrar en la humanidad implica hacerse uno como nosotros, menos en el pecado, es decir, sufrió, padeció junto con el hombre, fue capaz de sentir alegría, cariño, amor, pero también tristeza y sufrimiento, todo por amor al hombre. Todo esto, sin duda, es el ejemplo más grandioso que podemos tener, sólo nos queda a todos sin excepción alguna seguir sus huellas y sus pasos.
Él no cometió pecado, ni encontraron engaño en su boca. Dios, que es amor, no puede tener imperfecciones. Estos cinco domingos de cuaresma nos lo dejaron muy claro. En las tentaciones, se notó visiblemente que como hombre también las padeció, pero las supo afrontar con mucha fuerza y voluntad. La transfiguración, es signo de la pureza que sólo puede caber en su totalidad en la persona de Jesús. A la Samaritana le promete un agua viva, con la cual ya no tendrá sed, ésta sólo puede venir de Jesús el Hijo de Dios que brota su costado abierto y no de nadie más. En el ciego de nacimiento, los judíos no creyeron en Jesús, sin embargo, no encontraron argumento fuerte para decir que estaba mal. En la resurrección de Lázaro, Jesús no se esconde, Él sabe que al ir a Betania le espera la muerte, pero Él no tiene nada que temer, con la frente en alto avanza a dar vida y luz, a Lázaro en Betania y a la humanidad en Jerusalén. Nunca encontraron engaño en su boca.
Cuando lo insultaban no devolvía el insulto. Cuando realmente se ama el amor se convierte en un antídoto que supera todo insulto, toda violencia, todo escupitajo. ¿Acaso alguna vez Jesús insultó a la mujer que encontraron en adulterio…le pagó con la misma moneda a Pedro cuando él le negó…ofendió a Judas cuando lo entregó con un beso? A pesar que Jesús era hombre, nos enseñó a poner las dos mejillas. Él lo hizo con su ejemplo.
En su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. El amor de Dios siempre será desbordante y no se podrá comprender con términos humanos. Jesús estaba profundamente convencido de su inocencia, a pesar de esto, en ese momento tan doloroso, sólo encontramos palabras de comprensión y amor para la humanidad: Padre perdónales porque no saben lo que hacen. ¿Sabes por qué actuó así Jesús? Porque confiaba de una manera extrema en su Padre, su vida estaba en sus manos y Él sabe que nunca lo abandonaría.
Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Es el amor el que nos ayuda a comprender la profundidad de esto. Sólo cuando se ama se es capaz de darlo todo por aquél o aquéllos que se aman. El amor de Jesús fue tan grande que no sólo le bastó cargar el madero, sino que fue más allá, hasta el Calvario, altar de la humanidad, donde se realizó el acto de entrega que sobrepasa toda palabra, tan es así que la humanidad guardó silencio, un silencio expectante. Todo… ¿para qué? Para que muertos al pecado, vivamos, no sólo en esta vida, sino en la verdadera vida: la Eterna.
Sus heridas nos han curado. El amor quedó patentado en sus cinco heridas. Tan es así que a pesar de nuestras fallas e ingratitudes, de nuestras rebeldías y desprecios, a veces sin darnos cuenta otras tantas veces sí…pero recuerda… ¡oh hombre! Tienes que levantarte de donde estás, hay unas heridas que nos dieron vida y nos han curado no sólo externamente, sino que han ido hasta la más profundo, donde estaba anidado el pecado. Ahora entiendes ¿por qué es un silencio expectante? Sus heridas nos han curado.