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VIGILIA PASCUAL: EL PASO DEL SEÑOR

¡La muerte no es el final de la vida, sino el comienzo de la existencia en Dios!

En esta noche santa en la que estamos congregados en torno a la mesa del Señor, es para celebrar el gran acontecimiento de nuestra fe: La resurrección de Cristo. El evangelista Marcos que se proclamó hace un momento, nos narra esta buena noticia de la siguiente manera: “Transcurrido el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago y salome… muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro”. Marcos especifica que había transcurrido el sábado, indicando con eso que el sábado judío ha pasado, ha sido superado, ha iniciado un nuevo tiempo; la época de los sábados, de las leyes, templos y sacrificios del mundo viejo se terminó; es el primer día de la nueva creación, de una humanidad nueva, y con la expresión a la salida del sol, se indica la luz que ya brillaba y caía sobre el sepulcro de Cristo, el auténtico Sol que ilumina a todo hombre.

Las mujeres que ahora están junto al sepulcro, son las mismas que estuvieron cerca de la cruz del Señor, mientras caminaban hacia la tumba de Jesús, su preocupación era la piedra que tapaba el sepulcro, pero al llegar, narra el evangelio, vieron que la piedra ya estaba quitada, a pesar de ser muy grande; de esta manera el autor sagrado indica que la piedra no fue movida por manos humanas, sino que es Dios quien la he removido, Dios ha resucitado a Jesús. Ellas vienen a embalsamar el cuerpo de Jesús, indicando con este gesto que lo aman, que le son fieles, pero aún no han superado el judaísmo, porque creen que todo ha terminado. Al entrar al sepulcro se llenan de espanto al contemplar a la derecha a un joven vestido de blanco, el cual les dirige el siguiente mensaje: “No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado”. Las vestiduras blancas del joven figuran lo trascendente, que a partir de la pasión va acompañar siempre a Jesús, este joven representa la realidad de Cristo. Este anuncio de la resurrección deja a las mujeres totalmente sorprendidas, ya que ellas iban a ungir un muerto y se encuentran no con un ser reanimado de la muerte, sino resucitado.

El joven les ruega que comprueben que Dios ha quitado su poder a la muerte: “Miren el sitio donde lo habían puesto”, el lugar está vacío, y el sol brilla cada vez más. “Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a Pedro: Él irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como él les dijo”. Pero el espanto de estas primeras testigos de la resurrección, les viene por este segundo anuncio, de ir a Galilea, pues entendieron que el discípulo ha de correr la misma suerte que Jesús, por lo tanto el temor principal radica en invitar a los discípulos a la cruz, cosa que ya había realizado Jesús; es decir para resucitar hay que estar primero crucificado con el Maestro, no tiemblan por encontrarse frente a lo divino, sino porque la cruz se va a establecer como exigencia fundamental de la nueva religión. Ellas entendieron que el resucitado no se puede ver sin hacer su propio camino. Ellas se convirtieron en evangelizadoras de esta gran noticia, con la resurrección de Cristo se comprueba que hay vida después de la muerte; que el poder del mal y de la violencia han sido destruidos y que abunda la luz que ilumina toda tiniebla en el mundo.

Jesús, pues, no es un personaje del pasado. Él vive y, como ser viviente, camina delante de nosotros; nos llama a seguirlo a Él, el viviente, y a encontrar así también nosotros el camino de la vida. Cuando Jesús habló por primera vez a sus discípulos sobre la cruz y la resurrección, estos, mientras bajaban del monte de la trasfiguración, se preguntaban qué querría decir eso de resucitar de entre los muertos. Ahora lo entenderán de manera clara. Por tal motivo, todos nosotros, en pascua nos alegramos porque Cristo no ha quedado en el sepulcro, ya no está en él; por ello este gran acontecimiento divino, es motivo de alegría para todos nosotros discípulos del Señor, pues hemos sido salvados, y nuestro gozo debe ser profundo, permanente y duradero. La alegría de la resurrección nos alienta a trabajar por la reconciliación entre nosotros, por aborrecer a la violencia, ser sensibles ante el dolor del hermano que sufre; tomar nuestra cruz y seguir a Cristo, pues dice san Pablo: “Si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con Él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no morirá nunca. La muerte ya no tiene dominio sobre Él”.

Su muerte fue un acto de amor, y este amor es la verdadera potencia contra la muerte, es más fuerte que la muerte. Y cada uno de nosotros por medio del bautismo, hemos sido sepultados con Cristo, y surgimos renacidos del agua y del Espíritu como nuevas creaturas, más que una simple limpieza, una especie de purificación y embellecimiento del alma, es realmente muerte y resurrección, renacimiento, transformación en una nueva vida. Por ello nos dice San Pablo: “Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”, por lo tanto vivir la vida como un continuo entrar en la vida de Cristo resucitado, es la alegría de la vigilia pascual, la resurrección no ha pasado, sino que nos ha alcanzado e impregnado, a ella nos sujetamos, es decir nos tomamos de la mano de Cristo vencedor de la muerte, esta es la fórmula de la existencia cristiana fundada en el bautismo, la fórmula de la resurrección en el tiempo, si vivimos de este modo transformaremos el mundo.