«Jesús tomó la firme decisión de ir a Jerusalén» Jesús va de camino, no se detiene, el ardor por anunciar el Reino de Dios, es una fuerza que lo mantiene siempre en movimiento, activo, caminando, saliendo al encuentro de todos, de los judíos y de los extranjeros, de los pobres y enfermos, de los pecadores y alejados, de las mujeres y los niños; Jesús va de camino y toma la firme determinación de ir a Jerusalén, más que un recorrido geográfico, se trata de un itinerario espiritual para cumplir la voluntad del Padre.
En este caminar suceden cosas interesantes y en todas ellas Jesús anuncia con toda verdad en qué consiste el Reino, que él ha venido a traer, disipa las dudas sobre cómo entender su mesianismo, sobre su misma identidad de Ungido, sobre el camino qué hay que seguir si se quiere ser su discípulo, sobre el modo como llevará a plenitud su obra redentora. Jesús es un Maestro de la Verdad, no miente, no disfraza o mitiga la realidad para ser aceptado por los demás, para ganar fama entre sus seguidores, no renuncia a la Voluntad de Dios, por dolorosa y absurda que parezca, para seguir sus propios decesos o para cumplir lo que los discípulos esperan de él.
Jesús es auténtico, íntegro, hombre de una sola pieza. Jerusalén representa para Jesús el camino de la humillación, del desprecio de muchos, del abandono de sus discípulos, del sacrificio, del calvario, en definitiva, Jerusalén significa la Cruz. El momento tremendo y extremadamente absurdo de la Cruz, pero él toma una decisión firme e irrevocable.
Ser cristiano, es decir, discípulo de Jesús, conlleva seguirlo a Jerusalén, compartir su misma suerte, ser rechazados y despreciados por seguir la verdad, reaccionando no como Santiago y Juan, tal vez religiosamente, pero no cristianamente; si decidimos seguir a Jesús debemos saber que hay que perder nuestras seguridades para aprender sólo a confiar en él, que debemos estar abiertos al tiempo de Dios, que en muchas ocasiones, dista mucho de ser igual al nuestro, saber que vamos a caminar y que en el trayecto hemos de aprender los gestos, palabras y actitudes del Maestro, sólo así podremos, cuando lleguemos a Jerusalén, compartir con él la misma suerte, sólo así nos será posible cumplir la voluntad de Dios, aunque ésta nos indique un camino, que en apariencia puede ser duro y áspero, estrecho y escabroso, pero con la certeza de que ese es el camino y no otro, como cierto es que después de la muerte en Cruz viene la Resurrección.