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XIV DOMINGO ORDINARIO

«El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo»

La vida cristiana es esencialmente vida en el Espíritu, pues hemos sido vivificados por el Don que el Padre nos ha enviado por medio de Cristo. Nuestra existencia se ha configurado de un modo totalmente nuevo por el misterio del Dios Uno y Trino, que se ha revelado para nuestra salvación. El Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad, es el santificador por excelencia, es el Paráclito que nos recuerda todo lo que Jesús ha enseñado, su acción en nosotros nos da la posibilidad de reconocer e invocar a Dios como a nuestro Padre, nos mueve para que aceptemos a Jesús como Señor de nuestra vida.

El Espíritu, Don por excelencia, es de Cristo porque Él lo prometió y cuando consumó su obra redentora y se sentó a la derecha del Padre, lo envió a la comunidad que había reunido; el Espíritu es, por eso, el artífice de la Iglesia. Ser de Cristo, es decir, ser cristiano significa básicamente vivir según el Espíritu, dejarse guiar por Él. Así como no es posible ser cristiano sin Cristo, tampoco es posible ser de Cristo sin el Espíritu, el cristiano ha de vivir siempre bajo la guía del Espíritu, ningún aspecto de nuestra vida queda al margen de su acción. Cumplir la voluntad de Dios sólo es posible si vivimos espiritualizados, es decir, inundados por el Santificador.

Vivir según el Espíritu no significa pasar la existencia fuera de la realidad, como quien poniendo sus ojos en blanco se ausenta y elude sus responsabilidades; todo lo contrario, el cristiano es el hombre comprometido con su entorno: su familia, el trabajo, la sociedad, la vida política y cultural, el cuidado del medio ambiente, etc. Vivir según el Espíritu lleva al cristiano a ver la vida con un enfoque totalmente nuevo, se sabe protagonista de su historia y constructor de la civilización del amor, comprometido con el anuncio del Reino y promotor de los valores, que lo representan. Ser cristiano es mucho más que ir a Misa o rezar unas oraciones, es mucho más que profesar una religión; ser de Cristo significa tener el Espíritu de Cristo, vivir según este mismo Espíritu, actuar movidos por Él, seguir sus inspiraciones, escuchar sus consejos, moldear nuestra vida según sus enseñanzas.

No podemos decir que somos de Cristo si no somos dóciles a su Espíritu, si no nos dejamos guiar por Él, si a la hora de tomar las decisiones importantes pesan más los criterios económicos, que la luz del Espíritu, si seguimos la voz de los medios de comunicación, pero no la voz de este fuego de amor, si acomodamos nuestra vida a los criterios del mundo y no nos dejamos aconsejar por el Paráclito. Ser de Cristo es vivir según el Espíritu, vivir según el Espíritu es cumplir la voluntad de Dios y hacer esto es garantía de vida plena y en última instancia de nuestra salvación.