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XXI Domingo de Tiempo Ordinario

«¿Quién dice la gente que soy yo?»

No cabe duda que la personalidad de Jesús de Nazaret resultó atrayente y misteriosa para la gente de su tiempo, como continua siéndolo para la gente de hoy. Muchas interrogantes giraban en el aire en torno a la personalidad de Jesús. El evangelio de Mateo antes de este episodio presenta otros momentos de la vida de Jesús en los que las preguntas no se hacen esperar, los discípulos tienen inquietud por saber quién es realmente Jesús: «¿Y quién es éste que hasta los vientos y el mar obedecen?» (8, 27); «¿eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» (8, 27); «¿no será éste el Hijo de David?» (12, 23).

Este episodio situado en Cesarea de Filipo presenta la confesión de Pedro, se trata no sólo de una respuesta clara e inequívoca sobre la personalidad de Jesús, sino de una verdadera confesión de fe de la comunidad de apóstoles en la persona de Simón, quien recibe el nombre de Pedro, indicando con esto la naturaleza de su misión al interno de la nueva comunidad, que Jesús está fundando.

Las opiniones que se tenían sobre Jesús ciertamente no eran del todo incorrectas, pero sí insuficientes, por eso era necesario este momento decisivo de revelación. Esta proclamación deja en claro que no es suficiente afirmar con precisión doctrinal quién es Jesús, sino que es necesario comprender adecuadamente su misión. La respuesta de Pedro, ante la pregunta de Jesús, no es sólo “su” respuesta, sino la de toda la comunidad de discípulos: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Se trata de una opinión totalmente diferente a la que daba la población en general. Es una proclamación de fe que incluye a Jesús reconocido como el Mesías y como Hijo de Dios, el Dios que vive.

La felicitación que hace Jesús a Pedro incluye la confirmación de que  lo que ha dicho no es algo que haya conseguido sólo a partir de su reflexión o de la búsqueda personal, se trata de una revelación. Dios Padre es el que da la gracia de conocer a su Hijo. La búsqueda personal e intelectual es necesaria, pero no suficiente, pues para entrar en una relación realmente profunda y de fe con Él sólo es posible con la gracia. Nuestro deseo de conocer y encontrarnos con Jesús es sólo una respuesta, pues la iniciativa siempre es de Dios.

Y este encuentro sólo es posible en esta nueva comunidad, que Jesús ha instituido, la Iglesia; en esta comunidad de discípulos, que formamos todos los bautizados, tenemos la posibilidad real de tener un encuentro verdadero con Jesús. En esta comunidad está Pedro y donde está Pedro está también la Iglesia, él es quien tiene la autoridad para atar y desatar, es decir, admitir y excluir en la comunidad, atar para desatar, corregir para liberar, se trata de una verdadera autoridad venida de Jesús y confiada a Pedro y a los otros apóstoles. 

Hoy cómo entonces es necesario que los cristianos nos situemos en actitud de búsqueda, que nos interroguemos sobre quién es Jesús, que significa en mi vida. Esta búsqueda no está exenta de confusión, e incluso de errores, pero no debemos olvidar que tenemos la gracia de Dios, con la ayuda de Dios podemos identificar, reconocer, acercarnos y vivir de cerca con Jesús. Debemos estar atentos para no irnos creando imágenes falsas o incompletas de Jesús, tal vez más a nuestra medida, que como realmente es. Y no olvidemos que sólo en la Iglesia nos es posible conocerlo y encontrarnos con él, pues es Jesucristo quien edifica la Iglesia y la acompaña siempre.