Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas
Jn 12,46
En este día Dios nos invita, a través de su Palabra, a fortalecer la fe, pues ésta es la luz que ilumina nuestro caminar, es la virtud que nos abre camino en medio de las adversidades y la que nos lleva a respetar la dignidad de nuestro prójimo, incluso convierte el sufrimiento en un acto de amor, pues el justo vivirá por la fe, la cual estamos llamados a practicarla todos los días, pues actualmente pareciera que hay una carencia de fe verdadera, pero al mismo tiempo se expresa y manifiesta la necesidad de ella, pues vemos cómo a través de los medios de comunicación nos llegan noticias de suicidios, del aumento en el número de personas con depresión principalmente jóvenes, la así llamada enfermedad del siglo, gente con mucha desesperanza que no encuentran la razón de existir y ven su vida al borde del vacío, de la nada, estos y otros muchos problemas en el fondo revelan falta y a la vez la necesidad de fe.
Estas realidades, deben ser motivo para cuestionarnos sobre nuestra fe, que no debe ser entendida como un refugio para personas pusilánimes o miedosas, sino para quien tiene una esperanza sólida, para quien ve más allá y descubre que la vida tiene un sentido y es digna de ser vivida, es momento de analizar y descubrir en quién tengo realmente puesta mi fe, pues una persona que no tiene fe o la fundamenta en sí misma, está destinada a la desesperanza, al vacío, al absurdo y la existencia pierde sentido.
Es preciso que hagamos nuestra la petición de los apóstoles a Jesús “Señor auméntanos la fe”, esta petición, no es porque ellos fueran incrédulos, sino que en realidad lo que piden es que Jesús consolide su fe, pues ésta en parte depende de nosotros, en cuanto tomamos la iniciativa y depositamos la confianza en Dios, y por otra parte es un don de la gracia divina consolidarnos en ella con fortaleza. Por lo tanto, lo que le da fundamento a nuestra fe, es la persona de Jesucristo, sólo quien tiene fe en el Hijo del Hombre, vive con seguridad y esperanza, pues el hombre es fiel a sí mismo y a Dios creyendo en el Creador, y Dios es fiel dando lo que promete al hombre. Por tal motivo, Jesús a la petición de sus apóstoles contesta “si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: arráncate de raíz y plántate en el mar, y los obedecería”, con ello Jesús les indica que la fe consiste en la disponibilidad para dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios, pues la fe es creer que Cristo es la manifestación máxima del amor de Dios y unirnos a Él para poder creer, por lo tanto, creemos en Jesús cuando lo acogemos personalmente en nuestra vida y nos confiamos a Él, pues así como el grano de mostaza es a simple vista algo insignificante, del mismo modo la fe pareciera ser así, pero encierra un vigor y un fruto muy grande.
Finalmente, Jesús termina con una invitación a servir con humildad “Tú no dices a ese siervo tuyo: siéntate a la mesa, sino que le exiges sus servicios sin darle gracias”, de esta manera, les advierte a sus apóstoles de no adueñarse de los méritos de una acción o trabajo, ya que mientras vivimos nuestro deber es trabajar siempre, es decir nos invita a no creernos más de lo que somos, porque somos llamados hijos de Dios, pero no debemos olvidar nuestra naturaleza, y a lo que estamos llamados que es ser servidores de los demás, pues Él siendo Dios se hizo el servidor de todos, de tal forma que reconozcamos que no somos más que siervos que sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer, así pues, con estas palabras el Señor nos previene para alejarnos del veneno de la vanagloria, ya que actuar sólo por vanagloriarse ante los hermanos y practicar el bien con ese fin, no vale absolutamente nada, porque si después de hacer el bien se hincha el corazón, ahí termina todo sacrificio, y viene el empobrecimiento y todo se pierde.
Pidamos a Padre Dios, que siga fortaleciendo nuestra fe, y que nos ayude a purificarla para que todas nuestras obras rindan ese fruto, que a semejanza del grano de mostaza, encierra en todo su esplendor, y que siempre confiemos en él, y caminemos con seguridad y alegría en nuestra vida cotidiana, como hombres de fe en el Dios que da sentido y razón de ser a nuestra vida.